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El Gobierno asiste con cierta frustración al escaso rédito obtenido de su extensa batería de medidas para amortiguar el impacto en las familias de la crisis energética y del desbocado aumento de los precios. La inmensa mayoría de los ciudadanos las aprueba. Sin embargo, eso ... no se traduce por ahora en una apreciable mejora de las expectativas electorales del PSOE, que sigue por debajo del PP en todas las encuestas, salvo en las del CIS de Tezanos, cuya credibilidad está en entredicho. No es descartable que acabe por dar frutos la ofensiva de Pedro Sánchez y sus ministros para exhibir el «dique de protección» levantado en defensa, sobre todo, de las rentas bajas en contraposición a las recetas de apoyo de «los ricos» que atribuye al PP si estuviese en el poder. Pero esa estrategia choca con una de las leyes de la política: el voto se decide más por la situación económica del momento y las perspectivas de futuro que por los esfuerzos desplegados para enderezar el rumbo en una coyuntura delicada mientras esta persiste.
Las múltiples iniciativas adoptadas por el Ejecutivo, en línea con las más ambiciosas puestas en marcha en la UE, han supuesto un incuestionable alivio para buena parte de la población y un elevado coste, financiado con los ingresos fiscales extra obtenidos por la escalada del IPC. Pero ni han suprimido el malestar social por el empobrecimiento que implica una inflación fuera de control ni beneficiado la imagen de un Gobierno que no tiene una varita mágica para resolver de un plumazo un problema global y desgastado en un país preso de una aguda polarización. La obviedad de que los hogares estarían peor sin las medidas de apoyo dispuestas pesa menos en el ánimo de los potenciales votantes que la convicción de que pese a ellas ahora están mal. La capacidad que se adjudica a los partidos en el poder para transformar una realidad negativa les perjudica en este contexto, como les favorecería un escenario de bonanza.
Aún así, el mapa político que dibujan los sondeos puede cambiar de forma sustancial hasta que se celebren las elecciones generales. No solo por una hipotética mejora de la economía, sujeta a la evolución de la guerra en Ucrania, sino por los posibles aciertos o errores estratégicos de las distintas formaciones y por situaciones ahora impredecibles que puedan darse en ese tiempo. Nada está decidido: Sánchez ya ha mostrado su nivel de resistencia y el PP sabe lo que es perder comicios que daba por ganados.
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