El presidente Volodímir Zelenski se ha dirigido este martes a las Cortes Generales en una sesión solemne con palabras que llegaron al corazón de todos los españoles. Una sesión en la que Congreso y Senado se mostraron unánimes en la solidaridad con Ucrania. Era previsible ... que el mandatario agradeciese la empatía con el drama que vive su país y la acogida a los refugiados. Era previsible que demandase más ayuda, como en todas sus intervenciones anteriores en otros parlamentos desde una cápsula de seguridad que ha de sortear la inquina sin límites del Kremlin. Pero añadió un relato: Guernica es ejemplo universal del oprobio, aunque al siglo XX le dio tiempo para experimentar con algo peor en la ocupación nazi de la propia Ucrania, en el genocidio de Ruanda o en Srebrenica. La suma de las atrocidades rusas se equipara con lo peor del pasado siglo. Y añadió una intención: conseguir «que Rusia empiece a buscar la paz, empiece a respetar el Derecho internacional». Quizá por eso se le notó entre pensativo e incómodo cuando Pedro Sánchez hizo un «llamamiento a Putin para que se siente con seriedad a la mesa de negociaciones y ponga fin a la guerra».

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Zelenski se dirigió a las Cortes Generales minutos después de comparecer ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Tras reclamar ante la ONU que, visto lo visto, la neutralidad –la renuncia a formar parte de la OTAN– solo puede ser una opción para Ucrania si su seguridad cuenta con el compromiso activo y compacto de distintos países, ante el riesgo de que Rusia vuelva a las andadas. Al inicio de la invasión, el poderío militar ruso hacía presagiar que Zelenski sería derrocado, eliminado físicamente o se vería en la necesidad de abandonar Kiev e incluso Ucrania. Pero a la legitimidad de su representación institucional se le ha ido sumando la autoridad del intérprete singular de una sociedad que se quiere soberana; del líder nacional convertido en el nexo más exigente entre Ucrania y las democracias occidentales.

Sánchez saludó la intervención aseverando que «la esperanza de Ucrania está en Europa» y que «la esperanza de Europa está depositada en Ucrania». Pero la candidatura de Kiev a convertirse en la vigesimoctava capital de la Unión no puede dejar de lado el empeño de los ucranianos por asegurarse la libertad, ni convertir los efectos de la agresión rusa en lastre de cara a formar parte de la UE. Ucrania merece una vía propia de acceso al club de la paz.

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