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Si a alguien le guiña el ojo la mala suerte y le persigue la desgracia que cometa disparates es tan comprensible que nos conmueve. Pero quien, teniendo más de lo imprescindible, traiciona sus principios tirando su reputación y prestigio a la basura sucumbiendo ante el ... becerro de oro, como un vulgar Alí Babá, es decepcionante y patético. Que justifique sus dislates resulta irritante. Pensemos en los políticos que han traicionado nuestra confianza desde que nos alcanza la memoria, constataremos que el pueblo soberano transita entre el asombro y la indignación. Un día nos sirven taza y otros, taza y media.

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