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Mi madre dio a luz a sus cinco hijos en casa. En el parto de mi hermana Ramoni hubo complicaciones y la bebé sufrió una lesión en un hombro. Pero a pesar de haber nacido en el barrio más humilde del pueblo, a mi hermana ... la operaron los mejores traumatólogos de Granada. En eso tuvo mucho que ver don Manuel Amaya, el médico de cabecera, que no escatimó en extender volantes para los especialistas necesarios. Este hombre se portó tan bien que mi madre le tenía gran aprecio y se apenó mucho cuando se trasladó a otra ciudad. Aunque pronto descubrió que su sucesor era por el estilo. Se trataba de don Juan Ramírez, que fue quien detectó los primeros síntomas de alzheimer en mi madre y que desde ese momento hasta su fallecimiento fue un gran apoyo para mis hermanos y para mí. La simpatía y humanidad de esta persona trascendió lo puramente sanitario. En algunas ocasiones, acompañé a mis padres a su consulta y le pedí, en broma, que no se jubilara nunca porque era imprescindible. Por supuesto que cuando llegó el momento de su merecido descanso don Juan se fue y tengo que decir que doña Antonia García, la médica que lo sustituyó, era igual de agradable y profesional. Se ocupó de mi padre y su diabetes hasta su muerte, y solo con verle la bata blanca se sentía mucho mejor.
Así que por mi parte nunca he tenido queja de los médicos de familia, al contrario, pero lo cierto es que últimamente cualquiera puede comprobar que la calidad de la Atención Primaria ha empeorado. Me refiero al tiempo que tardan en darte una cita, que puede ser hasta de una semana. Esta demora quizá sea la causa de que muchos pacientes acudan a Urgencias por enfermedades comunes. Recordemos que este país es el de la picaresca y hay gente que presume de ir al hospital para evitar las listas de espera. También es comprensible porque aunque haya que esperar varias horas en Urgencias, al final sales con la analítica, las radiografías y hasta con la visita del especialista.
Como consecuencia de todo esto, los servicios de urgencias están colapsados. Es una situación grave que requiere una solución imaginativa pero sobre todo presupuestaria. Está claro que falta personal sanitario y que los centros de salud son insuficientes. Así que para solucionar la presión hospitalaria el gobierno de Andalucía ha cortado por lo sano, nunca mejor dicho, con la privatización de la Atención Primaria. Mis paisanos tienen el triste honor de ser los primeros en aprobar la posibilidad de concertar con empresas privadas la consulta de médicos de familia.
Esta medida incluso establece la tarifa de los servicios, con precios que oscilan entre los 65 y 150 euros según la naturaleza de la prestación.
Estoy segura de que cualquiera de ustedes puede contar una historia personal semejante con sus médicos de toda la vida. Y también lo estoy de que los tres facultativos a los que me refiero no son una excepción, la mayoría de estos profesionales tienen vocación de servicio público y son conscientes de que son un recurso básico de salud y bienestar.
Y justo ahí está la clave. A partir de ahora, si la medida aprobada se aplica, los sanitarios ya no estarán al servicio de sus pacientes sino al de la empresa que los contrata. Porque para estas multinacionales de la salud, y dicho sea de paso, la atención no es primaria sino millonaria.
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