Las declaraciones de Irene Montero calificando de «machistas» y «fachas con toga» a los jueces que han revisado las condenas de agresores y abusadores sexuales aprovechando la grieta abierta en la nueva ley del 'solo sí es sí' ha hecho que una parte de la ... ciudadanía y la judicatura en bloque pongan el grito en el cielo. Y con razón. Las palabras de la ministra de Igualdad, con ese aliño de generalización tan de brocha gorda, son mucho más que un insulto burdo y desproporcionado contra un colectivo de profesionales cuya labor puede ser criticada en algún caso, pero jamás denostada a campo abierto y con esa impunidad. Sus declaraciones constituyen además un ataque frontal contra uno de los poderes medulares en la estructura del Estado como es el judicial, con el agravante de provenir de una integrante del ejecutivo. El CGPJ y muchas jueces y juezas se han apresurado a afear la reacción de la ministra ante las consecuencias devenidas por una deficiente redacción de la norma estrella de su departamento que, por otra parte, ya fue advertida por los expertos en origen. Lo único que se echa de menos en la contundente respuesta que han suscitado los exabruptos de Montero es que no se hayan replicado antes ni con la misma rotundidad cuando otros líderes de Podemos arremetían sin pudor contra otros colectivos como la prensa. Señalamientos, a veces con nombre y apellidos, de aquellos periodistas «fachas» y «machistas» que firmaban informaciones u opiniones que no cuadraban con sus tesis. En eso, por desgracia y si todos callan, los extremos se parecen.

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