Los estragos de Filomena comienzan a remitir, tanto en lo que se refiere al apaciguamiento del temporal que ha puesto en jaque a buena parte de España como al remedio de sus consecuencias más destructivas. El paulatino restablecimiento de las conexiones desde Madrid y con Madrid y la habilitación por el Gobierno de convoyes para asegurar los abastecimientos más esenciales están llamados a aminorar el impacto de un temporal desconocido por su fiereza en el último medio siglo. Una borrasca que, no obstante y más allá de que se desencadenara con mayor intensidad de la prevista, ha dejado al descubierto, a la luz del colapso provocado, insuficiencias en la alerta y en la respuesta anticipatoria y puntual. Los esfuerzos institucionales desplegados han de paliar ahora, con toda la diligencia posible, los problemas desatados y garantizar los servicios básicos con mención especial, dadas las circunstancias agravadas por la pandemia, para los recursos disponibles en los hospitales y otros centros asistenciales y el aún incipiente proceso de vacunación contra el covid. El antídoto se ha convertido en un bien de primera necesidad cuyo suministro no puede interrumpirse o dilatarse, y menos con el virus repuntando.
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