Ascopena en el Congreso

Aparece el gobierno con una reforma laboral que ha puesto de acuerdo a empresarios y sindicatos. Que como no son partidos políticos, tienen la costumbre de ponerse a negociar, qué cosas. Debería haber bastado eso para que la reforma en cuestión saliera adelante. Pero no, claro. Hubiera sido demasiado fácil.

El PP y Vox votan que no porque... Bueno, porque es el PSOE. Y ya.

Esquerra y el PNV votan en contra porque no saben hacer otra cosa que preguntar siempre «qué hay de lo mío». Y como parecía que por aquí no había mucho que rascar, ahí le fueran dando al bien general.

Ciudadanos vota a favor. Lo cual me hace pensar en qué hubiera pasado si hubieran empezado a hacer esto hace un par o tres de años. Pena.

Los dos de UPN votan en contra. Ojo, que están en su derecho. Pero engañan a todo el mundo haciendo como que van a votar que sí, mostrando una altura moral que no llega al sótano ni poniéndose de puntillas.

Luego un señor de Cáceres se equivoca. Dentro de todo lo demás, me parece lo menos malo. El que no la haya cagado alguna vez en la vida es que nunca ha hecho nada.

Que el señor se ha equivocado lo sabe hasta el papa de Roma. Y también que las votaciones no se repiten, aunque bien mirado uno no sabe por qué: un error así no debería poder ser inalterable. Pero va el PP y acusa al Goberno de pucherazo. Que es una de las cosas más graves que se pueden decir en un sistema parlamentario, no se crean. Ah, y el PSOE, para redondear, va y acusa al PP de comprar a los dos navarros. Sin más pruebas que el «porque yo lo valgo». Otra de las cosas más graves que se pueden decir en un sistema parlamentario.

Todo mal, junto y en un día. Ascopena, de verdad. Asco por ellos pero pena, en realidad, por nosotros. Así las cosas, uno sospecha que nadie está al volante.

Ahora que parece que la cosa va pasando, igual hay que empezar a pensar en la otra cosa que nos pasa. Y que no va a pasar, porque, en fin. No hacemos nada para que eso pase.

Me estoy liando. Me refiero a que, una vez que parece que no vamos a morir todos de COVID, igual hay que ponerse a pensar en la cosita esa del cambio climático. Que la verdad es que no tiene nada de buena pinta.

Por si no se han dado cuenta, el asunto va más o menos por donde nos predijeron. O sea, temperaturas medias más altas, hechas a base de fenómenos extremos: medio año sin lluvia, dos semanas ahogándonos en diciembre, y después el enero más seco en treinta años. Igual ya deberíamos empezar a pensar en serio en esto, aunque solo sea para que los antivacunas cambien de rollo y puedan empezar a salir a manifestarse a favor del petróleo y la carne roja. Que sería mucho más divertido.

En fin, que oigan: si quieren seguimos sin hacer nada de nada. Pero luego no vengan esperando que alguien invente una vacuna para el planeta. Si se muere, se muere. Y punto.

Hace muchos años, en otra encarnación en la que escribía de deportes (tiempos felices) recuerdo titular una previa de una Copa Davis que, en fin, no pintaba demasiado bien. «El niño de la bandera... el hombre del cañón» se llamaba. El del cañón era el número 2 americano, un tal Andy Roddick que tiraba pepinazos de saque a 200. El niño era un tal Nadal, recién salido del cascarón, apenas pasado de ser el chaval que lleva la bandera en el desfile de tenistas a convertirse en el que le daba a la bola.

Qué cosas, Rafa. Veinte años y aún no he aprendido a no subestimar lo que eres capaz de hacer. Mil gracias.