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La hermandad promotora de Podemos en La Rioja eligió como sede más o menos fundacional un bajo en la plaza de los Derechos Humanos, se ignora si animada por esa sugerente nomenclatura que conectaba con el impulso emocional que movilizó a los seguidores de Pablo ... Iglesias en sus acampadas, de Sol a la plaza del Mercado. Como buenos riojanos, los allí congregados solían acudir cuando hacía buen tiempo a la terraza de un bar cercano, donde era posible tropezarse con ellos a la hora del aperitivo en franca armonía. Eran otros tiempos. Los buenos tiempos. Porque si alguien hubiera hecho entonces una foto de la dirigencia morada en La Rioja, hoy tendría que borrar la mayoría de rostros.
Ocurrió que con el paso de los días, aquella antigua fraternidad de Podemos se diluyó. Aparecieron las luchas cainitas, animadas por el personalismo tan caro a la política española, disfrazadas en su caso de debates ideológicos enraizados con lo peor de la izquierda: el estalinismo rampante, la conversión del rival en disidente, su envío al Gulag mental que tantos de ellos llevan en la cabeza... Una pena. Repasando el archivo de este periódico, se observa en aquellas fotos antiguas el elemento principal que explicaba su movilización, el primer atributo que acabó dinamitado: la ilusión.
Eran rostros ilusionados que fueron perdiendo el entusiasmo a una velocidad vertiginosa, mientras Podemos cambiaba de sede hasta la paradoja final que sufre estos días: una vez asaltados los cielos, se han quedado sin suelo. De su derrota, acaecida en medio de su acceso a Moncloa y al Palacete, se buscará al culpable de guardia, los sospechosos habituales que nunca faltan en ese ámbito ideológico, pero en realidad ellos solitos, los líderes, sus acólitos y sus respectivos clubes de fans, caminaron a su libre albedrío hacia el precipicio. Como recuerdo, queda ese álbum de imágenes que han virado a sepia en la mayoría de los casos. Una utopía en blanco y negro. El color morado de Podemos sólo brilla hoy en todo su esplendor en el Palacio de los Chapiteles, donde acampa esa curiosa cúpula de dirigentes riojano-manchegos que nunca se acercaron por los Derechos Humanos. La plaza.
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