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Pere Aragonès. AFP
Aragonès, a prueba

Aragonès, a prueba

EDITORIAL ·

Corresponde al independentismo gobernante asegurar la estabilidad política de Cataluña renunciando a aventuras y desaires

Viernes, 18 de junio 2021, 02:00

La excepcionalidad de la situación política en Cataluña ha llegado al extremo de dotar de simbolismo a un ejercicio de elemental educación, que forma parte de las obligaciones institucionales, como el breve saludo del presidente de la Generalitat al rey en un encuentro empresarial en Barcelona el miércoles por la noche. Como si quisieran desmentir a quienes se esfuerzan en presentar ese gesto como un signo de deseable distensión, Pere Aragonès y su Gobierno quisieron desairar a Felipe VI al 'sortearse' la máxima representación de su comunidad en la cena a la que asistió el jefe del Estado. Solo desde la ingenuidad o el paternalismo puede disculparse la actitud del líder de ERC y sus socios de Junts al considerar benévolamente que el primero está condicionado por los segundos.

La competencia interna e incluso la inquina mutua entre los dirigentes de las distintas marcas del independentismo no puede ser admitida como eximente, sino en todo caso como agravante de una conducta basada en el ensimismamiento secesionista, el exclusivismo y la exclusión. La división del soberanismo no abre esperanzas a la pluralidad porque nuclea el mecanismo identitario que cierra el paso a la concordia sobre bases comunes al conjunto de los españoles. También por eso conviene no caer en el revisionismo que, a cuenta de los indultos a los presos del 'procés', tiende a presentar la inestabilidad en Cataluña como una situación que requeriría compensar al soberanismo. Es comprensible que los empresarios catalanes reclamen estabilidad política. Más sorprende que el presidente de la patronal CEOE, Antonio Garamendi, avale las medidas de gracia en un inesperado balón de oxígeno para Pedro Sánchez que supone, a su vez, un revés a la estrategia del PP. Pero ha de ser el independentismo gobernante el que asegure ese escenario renunciando expresamente a aventuras y desaires que mantengan a Cataluña sumida en un clima de provisionalidad y tensión. Las instituciones de la Generalitat forman parte indisociable del Estado constitucional. Su presidente es la máxima autoridad del Estado en esa comunidad. El jefe de ese Estado, llamado España, es el rey porque así lo determina una Carta Magna redactada también por la antigua Convergencia. Ni el Gobierno ni las Cortes pueden admitir que el secesionismo convierta su negación de Felipe VI en la reserva simbólica con la que procurarse ventajas negociadoras.

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