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En los recreativos siempre había dos clases de chavales: los pardillos y los malotes. Nosotros no éramos de los malos, así que queda clara la categoría en la que acabábamos inscritos cuando cruzábamos el umbral y entrábamos a esa cueva llena de sombras, humo, ruidos ... electrónicos y golpes de futbolín. Había una magia poderosa en los recreativos y la he recordado ahora porque un grupo de románticos ha reunido aquellas máquinas que nos hicieron felices en el Logroño de los 90 y han formado la asociación 'Pixel and Games'.

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