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A menudo pienso que estamos en los albores de la Humanidad. Total, tanto presumir y aún hay entendidos que dedican toda su vida a intentar entender cómo lograron levantar los egipcios las pirámides y va y no lo logran. Otros pretenden lo mismo y lo ... que consiguen, después de pasarse años obsesionados por el enigma sin comer ni dormir, es salir demacrados en televisión afirmando, tan campantes, que fueron obra de los extraterrestres.
Otro tanto me ocurre con las guerras. Si hemos avanzado tanto desde que se descubrieron los diferentes tipos de garrote y de tirabeque, ¿por qué los distintos efectos tan terribles de estos artefactos son mantenidos día a día a lo largo de siglos, de manera que no hayamos conseguido que se dé un solo segundo sin que existan conflictos en alguna parte del mundo? ¿A esto llamamos civilización los humanos?
Leía yo el jueves un titular no sé dónde, en el que se afirmaba que los libros ahora publicados tienden a tener un menor número de páginas. Es un tema que no me preocupa lo más mínimo porque, si uno tiene interés por el tema del que trata, el grosor suele ser lo de menos. Me ocupa un poco más el tamaño de la letra. En una ocasión creo que les conté que un amigo me había regalado un ejemplar sobre gastronomía en verso editado en una letra tan mínima que hube de utilizar una lupa para intentar descifrarlo. Empleo este último verbo porque aquello semejaba un mensaje en clave enviado por el alto mando alemán al italiano sin que pudiera ser descodificado por el norteamericano, todo ello desde un castillo de los Cárpatos. Frecuentemente me ha ocurrido con algunos folletos de propaganda turística estupendamente presentados y de grandes fotos excelentes dotados de breves textos publicados en un rincón de las páginas que usted podrá interpretar si ponen a su alcance el microscopio que utilizaba madame Curie. Pregunté una vez por esta estupidez a un amigo editor pamplonica, el cual me respondió lo mismo que mi madre cuando le pregunte por qué los hombres juraban (blasfemaban) tanto al subir la cuesta oeste de mi pueblo con los carros llenos de trigo: «Ya lo entenderás de mayor».
No me apeo de mi tesis sobre que nos encontramos todavía en los albores de una civilización que se precie. Ahí tienen ustedes al Trump recorriendo el mundo estos días repartiendo portazos por doquier y empujando a todo el que se le ponga por delante en todos los actos diplomáticos. ¿Dónde se ha educado este energúmeno? ¿Esto es un líder mundial, con un comportamiento más bien propio de un niño de tres años, si es que llega a los treinta y seis meses? Menos mal que me extrae del pozo profundo de mis reflexiones la vitoriana, que llega al finde. «¿Quesitooo?», indaga desde la puerta; «¡Melocotoncitooo!», respondo yo saliendo al pasillo. Ay, cuánto tiene que aprender Donald de mi chica.
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