La gran mayoría de los españoles hemos demostrado poseer más madurez, prudencia, cordura y responsabilidad que su gobierno al continuar utilizando la mascarilla incluso al aire libre, a pesar del anuncio propagandístico-triunfalista de su presidente tras convocar en plena quinta ola un Consejo de ... Ministros extraordinario solo para concedernos la gracia de quitárnosla. Porque el coronavirus sigue estando ahí y sus variantes no nos garantizan inmunidad ni vacunados, y no digamos a los mentecatos que rechazan el pinchazo que puede salvarles la vida.
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Gracias a esta pandemia, la gente se ha enterado de que acciones tan cotidianas como hablar, toser, estornudar, levantar polvo y no digamos besarse o abrazarse, cantar o gritar son un medio de transmisión aérea de enfermedades infecciosas. Algunas, tan familiares como la gripe, la tuberculosis, las paperas, la difteria, la varicela-zóster, la tosferina, la meningitis e incluso síndromes respiratorios producidos por otros coronavirus. Pero ha tenido que surgir una nueva infección viral de morbimortalidad tan brutal como el COVID-19 para tomar conciencia de que homo homini virus.
De hecho, las medidas preventivas de contagio adoptadas ante la pandemia de COVID-19 (higiene manual, mascarilla y distanciamiento) han reducido drásticamente la incidencia de otras enfermedades transmisibles por gotitas o por aire. En la campaña 2017-18 murieron en España 15.000 personas por gripe estacional; en la de 2019-2020, 3.900. Comparando con 2019, en 2020 hubo un 28% menos de meningitis, 37% de tuberculosis, 50% de brucelosis, 66% de rubéola, 72% de hepatitis A y 76% de sarampión y tosferina. Los datos de 2020-2021 serán aún mejores, gracias también a la vacunación. Puede que algunos casos no se detectaran al no acudir los pacientes a los hospitales por temor, pero sin duda la mayor tasa de evitaciones se ha debido a la implementación de las medidas preventivas en la población. La cuestión ahora es esta: si el hidroalcohol, la mascarilla y la distancia interpersonal evitan muchos contagios, enfermedades, hospitalizaciones y muertes por causas distintas de la actual epidemia, ¿por qué estamos esperando a que se pase para olvidarlas? ¿No deberíamos adoptar para siempre estas medidas preventivas tan eficaces como sencillas? (la mascarilla es un engorro, sí, pero que salva vidas) ¿Acaso cuenta y cuesta menos una víctima de la gripe estacional u otro síndrome respiratorio agudo que de COVID-19?
Esta plaga nos ha enseñado que una simple modificación de hábitos al alcance de cualquiera evita muchísimo sufrimiento a la población y alivia enormemente la carga asistencial del sistema sanitario. ¿Seremos una sociedad tan estúpida de volver a las andadas sabiéndolo?
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