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Y como siempre, se viene el apocalipsis. Como cada vez que hay un cambio de gobierno, me refiero, aunque más si ese giro es hacia la izquierda. En ambos lados del arco parlamentario tienen siempre el «yo o el caos» en la punta de la ... lengua, pero esa tentación parece más asentada en el lado de la derecha.
Así que, decía, se viene el apocalipsis. En esta versión, a los argumentos usuales («los que rompen España», «los amigos de los terroristas») se une la llegada al gobierno de «los comunistas», dicho sea con un acento lo más temeroso posible. Ay, en fin. Pues miren, señores, que no es para tanto. Si ustedes se leen el programa que han presentado PSOE y Podemos, la cosa no va más allá de un gobierno de izquierdas con las recetas tradicionales de ese lado. O sea, subidas de impuestos en rentas altas, más dinero para los servicios públicos, medidas laborales más reglamentistas a la hora del despido. Poco estalinismo, vamos.
La otra pata del apocalipsis anunciado es la cuestión separatista. En esta cuestión también convendría dejar el apocalipsis en la biblia, creo yo. Es evidente que la única solución posible para el tema catalán es la que pasa por la distensión, a no ser que queramos empezar a enviar tanques y mozos a pegar tiros. Como espero que no queramos eso, el único escenario posible es el de hablar y acordar. Además, los partidarios del apocalipsis tienden a olvidar algo: todo gobierno esta limitado por su fuerza parlamentaria. Y cualquier cambio de estructura de Estado requiere mayorías constitucionales, de las que el ejecutivo está sideralmente lejos. Así que menos lobos. Y más calma.
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