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La publicación ayer por la tarde de la orden ministerial que especifica las condiciones para la apertura inicial de pequeños comercios y las dificultades que entrañan esos requisitos sitúan hoy a sus dueños y gestores ante la disyuntiva de improvisar sobre la marcha, sin descartar ... que se produzca algún nuevo cambio en la normativa, o esperar a reactivar el negocio en una fase posterior y más segura de la desescalada. Más segura tanto desde el punto de vista sanitario como económico. Las desafortunadas palabras de la vicepresidenta encargada, Teresa Ribera, dirigidas a los hosteleros –«Quien no se sienta cómodo, que no abra»– no deberían hacer que el pequeño comercio se vea conminado a levantar la persiana hoy, esperando que su clientela vaya pidiendo cita, atendiéndola con un personal que ayer podía estar en ERTE, e introduciendo medidas de higiene y distanciamiento que en algunos casos –por la naturaleza del producto o por las características del local– pueden ser extraordinariamente difíciles de aplicar. El Gobierno ha de tener en cuenta que la fijación de criterios que tratan de ser salomónicos para conciliar salud y actividad económica puede conducir a que sus preceptos se alejen de la realidad.
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