Apaga. Enciende

Por supuesto, lo primero que hizo Alberto Fernández al derrotar a Macri fue volver a darle al botón y encender todas las luces en los murales de Evita. Ese jueguito infantil, ese ping-pong de políticos de mercadillo, refleja muy bien la continua intermitencia del populismo americano que va y viene sin remedio y que ahora alcanza Brasil y Perú en una representación actualizada de esa película pintoresca que ya hemos visto mil veces.

Durante décadas hemos contemplado esos espectáculos con la distancia con la que se observa un brote de malaria en un país tropical, pero el siglo XXI y su colección de decepciones ha terminado contagiándonos aquí. Yo tengo claro que este fenómeno va siempre de la mano del malestar de la gente, y el verdadero problema es que crece porque la desigualdad no hace más que aumentar en el mundo occidental. Se ha escrito y se ha dicho ya: Trump, Boris Johnson o los panfletarios que tensionan Europa por sus dos extremos son los primos ricos del populismo del sur. Alentar que se rodee el Congreso, regalar 400 euros a los chavales o sacar a los criminales de la cárcel también nos parecían extravagancias populistas de países bananeros.