El ring verbal está abierto. O más bien el patio de colegio. El enigma ya no es qué fue antes, si el huevo o la gallina, sino Puente o Milei. Atendiendo a la cronología, el misterio se resuelve pronto. Todos lo sabemos. Pero el asunto ... de fondo no es ese. Sino cómo se interpreta el asunto. Cómo se vende. El problema no es el de los dos niños que se insultan en el patio. Sino el propio patio. Los niños del conflicto no se conforman con ser los dueños de la razón. Lo que pretenden es que el resto del patio se decante por uno. Que no valga la ponderación ni un mínimo de racionalidad. Conmigo o contra mí. Y si no te alineas con uno es que juegas a la equidistancia.
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Por supuesto, no puedes ser considerado como alguien que decide que no hay buenos ni malos. Y eso nada tiene que ver con la ideología. La ideología de Javier Milei está emparentada con la ley de la selva. La de la socialdemocracia evita justamente la ley brutal del más fuerte, humaniza y corrige desigualdades. Pero lo que se dirime en el conflicto hispano argentino no es eso. La descortesía diplomática o sencillamente la mala educación de Milei es correspondida por Puente y viceversa. Pero eso se ignora y se le pide a la ciudadanía que se alinee con uno de los dos porque sino se es un ultraderechista, un mal patriota, un boludo o lo que toque en cada orilla del charco.
Pues mire, no. Porque, al margen del absurdo conflicto internacional (que por cierto deja el mango de la sartén en manos de Milei, que ahora, por ley, es quien debe dar el plácet para que haya un nuevo embajador español en el plazo que a él le convenga), la utilización del asunto conlleva un componente interno que redunda en algo que a estas alturas empieza a ser asfixiante. La polarización. La insistencia en ahondar las diferencias entre la ciudadanía y convertirla en dos bloques perfectamente delimitados, cada vez más aislados entre sí y con menos flujo de comunicación. De forma que lo que se consigue es una radicalización que, además de plana, es peligrosa. Ya se ha visto la zarpa del lobo en Eslovaquia. Es el resultado de atrincherar a los fieles, realimentarlos frente al 'otro' y emitir mensajes no para la ciudadanía en general sino para los seguidores propios. Para reforzar sus argumentos y librarlos de contenido crítico. Así que no es un problema con Milei lo que nos ocupa, o no solo eso. Milei es experto en el manejo de la basura y cuando quiere la cambia por una sonrisa. Ya se amigó con el papa después de satanizarlo. Sánchez, aunque algunos de los suyos lo vean capaz de caminar sobre las aguas, no es el papa. Ni los ciudadanos somos monaguillos de nadie.
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