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Dicen que la política es fuente de extrañas amistades. Realmente es la necesidad quien hace y deshace amistades en ese mundo. Y ahora, de cara a la investidura de Pedro Sánchez, estamos asistiendo en primera fila –aunque con el telón echado– a esos amores fortuitos. ... Los apuntadores nos cuentan cómo van los romances. Con Núñez Feijóo no hubo necesidad de telón ni apenas de tramoyistas. El guión estaba anunciado en el programa de mano. Aquel fracaso ha hecho reflexionar a su protagonista y ya ensaya su papel de cara a próximas representaciones.
Descolocando a parte de su auditorio, y a su representante en Cataluña, Feijóo entona ahora su respeto por Puigdemont. Fundamentalmente, asegura mirando al futuro, porque Puigdemont no miente. Bueno. No se sabe qué pensará sobre eso aquella señora de la foto. La foto de la euforia transformada en decepción unos segundos después cuando el presidente de la Generalitat proclamaba y desproclamaba la república catalana. O cuando decía estar en su despacho y viajaba en el maletero de un coche. La necesidad. La necesidad de hacer amigos. La que llevó en su momento a Pedro Sánchez a una amistad momentánea con Pablo Iglesias. Luego viene el desencuentro.
La catarata de desencuentros. Porque si la necesidad fragua amistades, la política está muy claro que las deshace. Felipe González y Alfonso Guerra, por más que ahora cuenten que no, que nunca dejaron de ser amigos. Ayuso y el defenestrado Casado. Iglesias y Errejón, o la olvidada y también defenestrada Carolina Bescansa. Pablo Iglesias ha probado esa amarga pócima en demasiadas ocasiones. Se la dio a beber la desobediente Yolanda Díaz. Y ahora Ada Colau. La exalcaldesa de Barcelona ha cogido la botella del ricino y se lo quiere administrar a los diputados de Podemos si no se portan bien. Sed buenos, les ha dicho. Porque si no lo sois no tendréis la paga del domingo. La paga que les corresponde. Iglesias ha denunciado esa llamada al orden, el chantaje disciplinario que con toda soltura y sin el menor rubor ha soltado doña Ada. «Ada o el ardor» se titulaba la magnífica novela de Nabokov. Ardor de estómago. Pablo Iglesias pide para su formación un poco del súbito respeto que Feijóo siente por Puigdemont. Podemos entró refunfuñando en Sumar y se está enquistando dentro de la coalición. No están muertos. Mientras los luminosos del teatro brillan con la palabra amnistía y con la nación catalana, Podemos aprieta en la cola de los que exigen prebendas. Ministerios, secretarías y subsecretarías. Aquellos oasis que tanto disfrutaron antes de ser tratados por sus amigos como una orden mendicante.
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