Este miércoles el Congreso vivió uno de sus días ponzoñosos. Una de esas sesiones en las que la política muestra su versión más deplorable y parece confirmar la condición de plaga inevitable que algunos quieren endosarle a la gestión de los asuntos públicos y al ... orden social. El asunto cabría calificarlo de espectáculo. Lamentable, claro. El ventilador a toda máquina como ejercicio de ejemplaridad democrática. Salpicar, embarrar y elevar la apuesta. El quién da más de la basura. Caras de felicidad en los escaños de un PP entusiasmado por la corrupción que asoma en las filas socialistas y un PSOE conmocionado esgrimiendo el Tú más.
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Koldo convertido en la guinda perfecta para los populares después de su victoria en Galicia, como si el ya famoso asesor de Ábalos fuese un refrendo democrático, el apoyo definitivo de la ciudadanía al PP. Los diputados de la derecha salivando, todavía sin acabar de creer en el regalo que la diosa Fortuna les ha puesto en el camino. Se adivinan oscuras capillas donde se venera a san Koldo, profeta del nuevo tiempo, de una nueva legislatura. Se le encienden cirios para que contagie sus pútridos atributos a Ábalos y Ábalos a Armengol y Armengol al Objetivo Único y Glorioso. Sánchez.
Y la asunción de responsabilidad del PSOE ejercida como pataleo, noqueado el partido inmaculado de Sánchez por la suciedad que ahora le salpica. Acusando al PP de pretender sacar tajada de la corrupción y olvidando, entre las risas de sus confusos diputados, que fueron ellos, que fue el PSOE quien sacó la gran tajada de la corrupción en forma de moción de censura y acceso al Gobierno. Una tajada revestida de un regeneracionismo que en contra de sus preceptos previos pretende ofrecer el perdón de los pecados a los corruptos de Junts. Penosa representación de aquel «Concierto de san Ovidio» del olvidado Buero Vallejo en el que un granuja saca provecho de unos músicos ciegos. Solo que aquí los ciegos somos nosotros, la ciudadanía, tocando el violín de la noche a la mañana para escarnio nuestro y beneficio de unos desaprensivos.
Y el ex ministro Ábalos como solista, de entrevista en entrevista, intentando ser, no coherente, porque la hemeroteca lo desnuda, pero sí de reivindicar una dignidad que según reza lo llevará a mantener la lealtad con su partido, a no echarse al barro y contener el vómito. Mientras pueda. Y todavía, hace nada, se quejaba su ex colega de gabinete ministerial Alberto Garzón de que la política es una trituradora de personas. Un tiqusimiquis con su puerta giratoria atascada. Ábalos sí que puede explicarle en qué consiste la carne picada y el canibalismo como dieta.
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