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Que la investidura de Núñez Feijóo no acabaría consumándose lo sabíamos todos. Quedaban por conocerse los detalles. Y los detalles abundaron y sobrepasaron su condición de anécdota para llegar al rango de categoría. El principal fue el hecho de que Pedro Sánchez decidiera no rebajarse ... a debatir con el candidato designado, no por una turba ultra de Vox o por los más enfangados fontaneros de Génova, sino por el rey. Tampoco consideraron que el portavoz en la cámara del PSOE tuviera que descender a tal trance. Eligieron a un parlamentario que encarnase el rol de hooligan y desde el segundo cero hiciera vibrar los corazones de la militancia y del votante más incondicional. Un acierto y, al mismo tiempo, un error.
Estar más cerca de Puigdemont que de Feijóo es algo que el común de la ciudadanía no acaba de entender por mucho que para justificarlo se emplee un tono de mitin y se invoquen viejos fantasmas con raíces en el franquismo aludiendo, a estas alturas, a Fraga Iribarne como fundador de un partido, Alianza Popular, que posteriormente se transformaría en Partido Popular y que por tanto está contaminado de franquismo. No es que este PSOE quiera destruir el espíritu del 78, base fundamental de la tan mareada -y manoseada a conveniencia del consumidor- Constitución. No. Pero con intervenciones como las de Óscar Puente se cuestiona dicho espíritu. Si no, ¿a qué negar la legitimidad democrática del Partido Popular? Por la misma vía podría cuestionarse al Partido Comunista, cuyo líder en la Transición, Santiago Carrillo, tuvo un oscuro pasado durante la Guerra Civil. ¿Esos son los fundamentos para analizar la situación actual del país?
Si hay que reprocharle al PP su evidente falta de cintura en los últimos años y su poca actividad a la hora de hacer política, lo que hizo Oscar Puente tampoco puede considerarse que fuese política. Si acaso, lo fue de trazo grueso. El PSOE es mucho más que eso y no tiene por qué recurrir a métodos que estarían más cerca de la vocación populista de Pablo Iglesias y su Podemos natal que de gente como Rubalcaba, Borrell y tantos otros. Fiar el argumentario del partido en alguien que declaraba que «en el PSOE estamos con el culo en pompa hacia la derecha» en la última crisis del partido define no solo al personaje sino una estrategia que ojalá no sea la marca de una legislatura que, si finalmente llega a nacer, se presenta desabrida y agria. Con el conflicto territorial agudizado, los independentistas envalentonados, las ayudas económicas de la UE menguando y los dos partidos de Estado viajando hacia las antípodas son necesarios más puentes y menos Puente.
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