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Los niños de san Ildefonso harán de coro a la reunión de Pedro Sánchez y Núñez Feijóo. La Navidad queda inaugurada con el primer górgoro lotero. Desde cuarenta y ocho horas antes, algunos devotos han hecho cola para asistir desde dentro del teatro al ir ... y venir de las bolas y los niños. Frío siberiano, intemperie, todo con tal de asistir a la distribución de riqueza ajena. Los amuletos y la chatarrería navideña ayudan poco. La suerte siempre es caprichosa, esquiva los imanes. El trébol, la herradura o el ojo turco están gastados por tanta encomienda y tanto sortilegio.
No se sabe si Feijóo habrá llevado esta mañana al Congreso una pata de conejo en el bolsillo. Sánchez seguro que no. Le basta su baraka personal. Pedro Sánchez es la Doña Manolita de la política nacional. Lleva el premio gordo instalado en su ADN político. Nadie le compraba un décimo cuando Susana Díaz decretó su defenestramiento del partido y se fue de peregrinaje con su coche, recorriendo las casas del pueblo como un apestado de la fortuna. Y todos lo daban por finalmente liquidado en la noche electoral del pasado mayo, ante la marea azul del PP en ayuntamientos y autonomías. La victoria de los populares en julio fue pírrica. El ingeniero Sánchez, avalado por su estrella y la recapitulación permanente de su credo, lo dejaron en lo alto de la escalinata de la Moncloa.
Una escalinata que hoy no ha querido remontar Feijóo como invitado de paso en casa del señorito. Reunión en el Congreso de los Diputados. Para Feijóo la perra gorda, sentenció Sánchez. La calderilla. A lo largo del día se sabrá quién se llevó la perra o el gato al agua. En principio nadie da nada por esa reunión. Sánchez y Núñez Feijóo son dos cuñados mal avenidos a los que la Nochebuena sienta a la misma mesa. El cuñado próspero y el que lucha por sacar la cabeza de la segunda fila. El del coche rutilante y el del buga de segunda mano. Feijóo ya le ha recriminado a Sánchez que prefiera las reuniones con los amigotes de mala vida a la cena familiar con los constitucionalistas. Los Puigdemont rompefarolas o los antimonárquicos de Esquerra o Bildu.
Si los españoles en su conjunto tomaran el mando del suegro nacional es de suponer que les leería la cartilla a los dos hermanos políticos desencontrados. No es de recibo que los dos partidos de Gobierno se hagan el vacío mutuo y tengan que ir haciendo pandilla con gente poco amiga del Estado tal como está concebido y recogido en la constitución. Pero es lo que tenemos. Una política de rencor cuñadista. De modo que es difícil que nos toque el gordo. Si hay milagro, Sánchez y Feijóo nos cantarán un número de la pedrea.
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