Llega septiembre y se supone que habrá que guardar en el baúl las serpientes del verano. Los pequeños monstruos del lago Ness que se sacan a relucir cuando las noticias escasean y la sustancia informativa se vuelve escasa. Con todo, los monstruos de este verano ... han sido mucho más que unas fotos borrosas en las que hay que adivinar el difuso lomo de Nessie o las declaraciones de un testigo algo influido en su visión por la bebida local. No, las redacciones de los periódicos, con elecciones de por medio, los apabullantes incendios y unas olas de calor que incluso han hecho reflexionar a algún negacionista, no han tenido necesidad de recurrir al lago escocés ni a otras charcas similares. Incluso al margen de la política, ha habido enjundia, chicha y hasta conmoción social. Es decir, alimento para la página.
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El primer impacto llegó del lejano oriente, con un chef, hijo y nieto de actores famosos, que había asesinado y descuartizado a un médico con el que había mantenido relaciones. Motivos pasionales, crueldad, desvarío. Persecución de los familiares y reportajes sobre las prisiones tailandesas o sobre reclusos españoles viviendo en cárceles exóticas, más o menos al modo de esos programas televisivos de residentes patrios esparcidos por todo el planeta pero aquí en versión carcelaria. Especulación sobre posibles condenas. La amenaza de la pena capital o la cadena perpetua. Lectores o espectadores enganchados al macabro suceso.
Y luego, el beso y la bragueta. El inefable Rubiales esforzándose por facilitar materia informativa como si fuese un guionista enfebrecido escribiendo un culebrón al que día a día había que elevarle diapasón o el desvarío. Insultos a los que ven el beso y sus aspavientos como algo indecoroso, el vídeo de rectificación en el que demuestra ser un galáctico. No uno de aquellos futbolistas mediáticos del Madrid sino alguien que vive en otro planeta y no acaba de entender lo que ocurre en la Tierra. Y el clamor. El clamor incluso de quienes en un principio se ríen por 'el pico' y jalean al presi y luego, sí, recapacitan, o huelen a cadáver, y se quieren comer sus palabras y gestos.
Abjuran de su vocación de palmeros tan bien remunerada. Y su señora madre de ayuno en la iglesia, y el tito Juan que sale con el mazo y el plato frío de la venganza, los políticos a la zaga del escándalo, sacando codos por ver quién odia más al que hasta ayer protegían. Qué más monstruo hacía falta con una plantilla como la del descuartizador confeso y el máquina Rubiales. Es de esperar que ya, con un pie en septiembre, estos monstruos vayan pasando al desván. Puigdemont pide paso.
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