Óscar López camino de Madrid. Como un rey mago que ha sustituido el oro y la mirra por gasolina (el incienso, como todo político que se precie, lo lleva en abundancia para emplearlo en el sahumerio propio y en el de su señor). Promete bronca. ... Ajustes de cuentas con la verdad. Un nuevo tiempo. No va a estar en la Asamblea de Madrid, pero ya dijo ayer en su rueda de prensa –¡con preguntas, alabado sea!– que va a estar en todas partes. Don de la ubicuidad. Las redes y las alcachofas de radios y televisiones le permitirán el milagro. Es hombre que promete, aunque no siempre –casi nunca– gana. Pero ahí está el reto.

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Ilusión es lo que vende. El objetivo está en la Puerta del Sol y se llama Isabel Díaz Ayuso, la cual lo espera con los brazos abiertos. Piensa ella que Óscar será una nueva ración de carne picada triturada por su habilidad en el uso del populismo. En ese terreno se van a medir, ahí donde vuelan las hortalizas podridas y la fruta ayusina. Mucha fruta. Subida de diapasón. Nueva versión del cuadro de Goya, ahora remasterizado con el hombretón socialista y la damisela de colmillos y garrote afilados. Lleva ella de escudero a un hombre que conoce los raíles ocultos por el fango –esa materia elevada a categoría política por Pedro Sánchez– cuyo lema político es 'P'adelante' y al que ayer mismo el designado Óscar ya llamó borracho. No mezclar cocacola con whisky, aconsejó López en el Senado.

Hay que conducir sobrios. Pero no templados. La templanza es una cosa apostólica, romana, desusada en estos tiempos de X y navaja verbal. A eso viene López con su bidón de gasolina colgando del camello. Más polarización, más cuerpo a cuerpo. Más bajeza en los argumentos. En eso se va a encontrar con una experta –más el escudero acusado de propensión alcohólica–. Como si la política estuviera falta de un tono de berrea, de 'hooliganismo'. Y no necesitada urgente, imperativamente, de altura de miras. Revoltijo de novios, esposas, hermanos, parientes enfangados o presuntamente enfangados. Y tú más. Y los tuyos más. A este Óscar se le pueden poner dos palotes y ser considerado como Óscar II, sucesor de Óscar Puente en su labor de metrallista verbal. Sin darse cuenta en el partido que Óscar I ha ganado altura política y humana a raíz de morderse la lengua y comportarse como un hombre si no de Estado sí con vocación de servicio ciudadano. Mesura, trabajo, resultados. Es la nueva faceta de Puente. Pero eso no vale, es una actitud puramente transitoria. La apuesta real es la bronca, el camino corto que, según piensan desde las altas esferas, pide el pueblo llano. Así que a la fruta de Ayuso oponen la gasolina de López.

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