El futuro nos ha alcanzado. Al menos el futuro que entreveíamos en las películas de hace unas cuantas décadas o el que auguró George Orwell allá por 1.949 cuando publicó su '1.984'. El Gran Hermano ya convive con nosotros. Unos dicen que se ... llama Vladímir Putin, otros lo ven en su antiguo enemigo occidental, el recién electo Donald Trump. Aunque puede que quien mejor encarne la fantasmagoría presagiada por Orwell sea Elon Musk y el hecho de que alguien de esa naturaleza forme parte de uno de los gobiernos planetarios. Quienes temen las medidas más o menos descabelladas de Trump harían bien en recelar de Musk. Es evidente que el futuro aquel -que ya es presente- puede dar muchos giros de tuerca y que el próximo paso consista en hacer de Musk un sucesor, directo o indirecto, de Trump.

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Un paso más hacia el mundo distópico. Hacia esa sociedad convertida en un trampantojo y hacia la que cada día nos deslizamos un centímetro más. En la política de los grandes bloques y en los hechos mínimos, cotidianos. No hace falta alejarse hasta las ensoñaciones de Julio Verne para darse cuenta. Basta con haber nacido hace poco más de cincuenta años. Pulsamos teclas que nos comunican con otro continente al instante, deslizamos los dedos por pantallas líquidas, usamos cien veces al día satélites. Leemos noticias que no sabemos si realmente son noticias. Vemos a personajes de la vida real lanzando mensajes que nunca han lanzado porque esos personajes que vemos solo son una imagen generada por inteligencia artificial. Reproducen su voz, su cara. Su ritmo cardíaco a la hora de hablar.

En el país más poderoso de Occidente se hará cargo de la sanidad alguien que cree que las vacunas infantiles producen autismo. El Estado considerado como una gran empresa. Los comunistas chinos transformados en feroces capitalistas. Los ciudadanos considerados como empleados a los que explotar en una buena parte del planeta. Los jefes de gobierno dan «ruedas de prensa» a través de pantallas, usan sierras mecánicas como programa electoral. Existen medios informativos y «otros» medios. Plataformas, redes, simuladores, intoxicadores. Determinados países interfieren en los procesos electorales de terceros por medios informáticos. Solo la trastienda del mundo parece real. Y la trastienda cada vez es más grande. El almacén humano se multiplica al otro lado de los muros y los mares. Las desgracias, las migraciones, las ciudades derruidas por las bombas, el barro de las inundaciones son lo único que parece escapar a la realidad virtual y nos devuelven al pasado. La ironía es que ese pasado nos espera a la vuelta de la esquina.

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