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Dejando aparte a los gánsteres (esto no trata sobre Netanyahu), el episodio del contrato con Israel guarda algunas concomitancias con aquella película de Woody Allen. « ... Balas sobre Broadway». Si recuerdan el argumento, allí había un autor teatral necesitado de ayuda al que se le facilita la puesta en escena de su obra con la condición de que le otorgue un papel importante a una pésima actriz. La actriz está vigilada por alguien que finalmente se revela mejor conocedor del mundo teatral que todos los presentes. Bueno, pues aquí tenemos a Pedro Sánchez necesitado de ayuda, tratando de sacar adelante su legislatura y con una actriz, Yolanda Díaz, que ha resultado un bluff. Y con Antonio Maíllo, líder incorruptible de IU, demostrando una coherencia que a los demás les falta.
Balas sobre la Moncloa. Sin tono de comedia, el contrato israelí ha desvelado las endebles costuras del Gobierno y sobre todo del convulso mundo existente a la izquierda del PSOE. Pespuntes a punto de saltar. Y no por la sobreactuación de Yolanda Díaz. La vicepresidenta es consciente de que fuera de la Moncloa hace mucho frío. Se avecina una glaciación para Sumar y pasar del calor gubernamental a un iglú no es una perspectiva demasiado ilusionante para Díaz. De ahí que, al margen de su cacareada indignación, se mostrara inmediatamente decidida a aceptar cualquier contrato bélico que Pedro Sánchez quiera suscribir. Nada que ver con Maíllo. El verdadero corrector del guión.
Guste o no, Antonio Maíllo es carne de coherencia. Y además de ese aval ético, en la práctica tiene la infraestructura que da soporte a Sumar. La plataforma de Yolanda Díaz sería poco más que humo de botafumeiro sin IU. Desde IU ya han dejado que la actriz se pasee por el escenario y recite sus no siempre afortunadas frases. Pero la hora de la verdad, el futuro electoral, se va acercando y ahí ya no valdrán las piruetas verbales ni habrá ayuda de apuntadores y técnicos de iluminación. Vendrá la crítica implacable de la taquilla. Del electorado.
Y a todas luces va calando la sensación de que el proyecto de Sumar, y desde luego Yolanda Díaz, representan poco más que una pleitesía teatralmente discordante dentro del Gobierno. Un papel con el que IU no acaba de encontrarse cómodo y que ha quedado muy envidencia con este episodio. La cuestión ya no estriba en acompañar a Pedro Sánchez en sus rectificaciones o en sus rectificaciones de las rectificaciones –«donde dije digo…» es el lema de esta legislatura desde su inicio- sino en representar fielmente a sus electores. Sin maquillaje ni sobreactuación. Y ahí el óscar lo gana Máillo. Con Pablo Iglesias aplaudiendo.
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