Borrar
Cartel del Colectivo Autonomista de La Rioja. Fernando diaz
40 años después: el Sur del Norte

40 años después: el Sur del Norte

¿Cómo fue posible que la región más pequeña de España, con solo el 0,6% de su población, fuera capaz de conseguir la autonomía?

Rafael Fernández Aldana | Colectivo Riojano

Jueves, 9 de junio 2022, 02:00

Las autonómicas de Castilla y León han reavivado la reivindicación de una autonomía propia para León, separada de Castilla. Es inevitable no comparar esta demanda con la que surgió en La Rioja hace más de 40 años, en la que participé a través del Colectivo Riojano. ¿Cómo fue posible que la región más pequeña de España, con solo el 0,6% de su población, fuera capaz de conseguir la autonomía? ¿Por qué los leoneses, con un mayor respaldo histórico, económico y demográfico, no lo lograron?

El final de los 70, en plena Transición, fue de intensa agitación social con unos partidos indecisos sobre el destino de la provincia de Logroño. El centro, UCD, nos mantenía en Castilla; la izquierda, PSOE y PCE, planteaban nuestra unión con País Vasco y Navarra; y la derecha, entonces AP, no acababa de definirse.

Realmente, no era fácil encajar a nuestra región en el nuevo rompecabezas autonómico. Geográficamente, éramos valle del Ebro, lo que nos acercaba a la Ribera navarra y a Aragón. Históricamente, pertenecíamos a Castilla, salvado el breve periodo en el Reino de Navarra. Económicamente, formábamos parte de la zona de influencia del Norte, País Vasco y Navarra. Ante semejante variedad de encajes territoriales, una parte de la población riojana, formada por colectivos minoritarios de carácter social, político y sindical, optó, al modo en el que se desanudó aquel mítico nudo gordiano, por la solución más radical: convertirnos en una comunidad autónoma uniprovincial.

¿Cómo se consiguió? ¿Cómo 257.000 personas de una perdida y minúscula provincia de Castilla la Vieja lograron convencer al resto del país de que se les reconociera la capacidad para autogestionarse? Quizás fue que nos tenían tan poco en cuenta que daba igual que fuéramos solos o acompañados. Quizás se quedaron impresionados por la unanimidad de la población riojana en su reivindicación. O quizás, simplemente, se produjo una extraña conjunción astral a favor de la autonomía riojana.

Además, hubo un factor que influyó decisivamente a causa de nuestra vecindad con las comunidades forales de Álava y Navarra. Unos regímenes forales que, mantenidos excepcionalmente durante la dictadura franquista, suponían una grave discriminación para el desarrollo económico de La Rioja, el consabido 'efecto frontera'. Desde el ostracismo provincial de aquellos años los riojanos observábamos cómo allende el Ebro el autogobierno de nuestros vecinos generaba beneficios: más empresas, mejores carreteras, más competencias...

Ese era el modelo a seguir y el momento preciso en el que se abría la posibilidad de ser una comunidad autónoma uniprovincial. Una oportunidad histórica, tal y como se ha venido demostrando en estos 40 años. En esa efervescencia política, los autonomistas convencidos, apoyados por una parte significativa de la sociedad, nos lanzamos a la calle conscientes de lo que estaba en juego.

Reclamamos el cambio del nombre de la provincia de Logroño por el de La Rioja. Propusimos un esbozo de bandera regional que, rápidamente, cuajó en la actual cuatricolor. Recogimos miles de firmas en apoyo de la autonomía y organizamos el célebre Día de La Rioja en Nájera para entregarlas a nuestros representantes. Seguidamente, los partidos políticos mayoritarios, desbordados por este clamor popular, acabaron haciendo suyas las reivindicaciones de este movimiento social y unieron esfuerzos para redactar el Estatuto de Autonomía.

¿Qué ha quedado de todo aquello? Hemos alcanzado un protagonismo y una presencia como región por encima de nuestro reducido peso demográfico, económico y político en el Estado español. Hemos mitigado, a través de nuevas competencias y más allá del estrecho corsé de la antigua Diputación Provincial, una parte importante de los desequilibrios con las regiones forales del Norte. Y hemos evitado un nuevo centralismo como el que denuncian provincias como Burgos y Soria respecto a la capitalidad castellana de Valladolid.

¿Cuál ha sido el reverso de la Autonomía? Es de nuevo la escasa dimensión de esta región la que nos sitúa en determinadas materias a merced de las decisiones del Gobierno central. Batallas desiguales en los intentos de mejorar nuestras comunicaciones mediante la construcción de grandes infraestructuras de transporte. O dificultades en el ejercicio de aquellas competencias que desbordan nuestros recursos humanos y financieros en la Sanidad, la Educación o la Investigación.

Somos una minúscula pieza del tablero español y europeo frente a la amenaza de la globalización. Y nuestro futuro desarrollo se ve amenazado, entre otras, por la continua pérdida del control de numerosas empresas riojanas o por nuestra ausencia en proyectos suprautonómicos relacionados con los fondos europeos.

Del realismo a la humildad y viceversa para no caer en un chovinismo provinciano que nos lleve a la complacencia y al triunfalismo vacío, sea construyendo obras innecesarias, como el aeropuerto, o sea reclamando actuaciones megalómanas como trenes de alta velocidad y desdoblamientos de carreteras paralelas a autopistas.

Como riojanos deberíamos sentirnos orgullosos de todo lo que hemos conseguido durante estos 40 años desde la aprobación del Estatuto de Autonomía. Pero que no se nos olvide quiénes somos, cuántos somos y dónde estamos situados. Una pequeña región de España y de Europa lindante con dos de las comunidades autónomas más desarrolladas y dinámicas de este país. Somos el Sur del Norte.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

larioja 40 años después: el Sur del Norte