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El gallinero político nacional se ha alborotado por el canto desafinado y desatinado de uno de los gallos que por él se pavonean: un vicepresidente del Gobierno con el que, por una vez, estoy de acuerdo cuando afirma que «en España no hay una situación ... de plena normalidad democrática». Por mucho que esto haya soliviantado a otros pollos y pollas, pavos y pavas, gansos y gansas, faisanes, urogallos y demás galliformes con las que Iglesias comparte pienso, comedero y gobierno del corral, este gallito de pelea de cresta moñiforme tiene toda la razón.
A ver, si no, en qué democracia es normal que dos partidos políticos regionales independentistas se rebelen contra una legalidad constitucional que no admiten propinando un golpe de estado y no solo no sean ilegalizados, sino que sus cabecillas, juzgados y encarcelados o prófugos de la justicia, puedan salir de la trena a hacer campaña electoral ¡prometiendo volver a hacerlo! y acaben manejando en la sombra el chiringuito aunque las elecciones las ganen siempre otros, mientras el vicepresidente del Gobierno del Estado objeto del golpe apoya a estos delincuentes en cap calificándolos de presos políticos y, retorciendo la realidad como un trapo empapado, diga que aquí no hay una democracia plena cuando se aplican rigurosamente leyes en vigor y democráticamente promulgadas que no le gustan.
Por otro lado, llamar a los policías «nazi-onales», mercenarios de mierda y torturadores, a don Juan Carlos capo mafioso, a la monarquía fascista, a los jueces franquistas o a ETA y GRAPO «ejemplos de resistencia» será para algunos sintomático de un trastorno de odio obsesivo-compulsivo y para otros un ejercicio de libertad de expresión y opinión, pero en medio hay un código penal que, mientras no se reforme por un método tan plenamente democrático como el que lo estableció, califica soltar estas cosas en público como delitos de injurias a la Corona y enaltecimiento del terrorismo, y en una democracia plena los ciudadanos no rinden cuentas de sus actos ante los usuarios de las redes fecales sino ante la justicia. Y si te juzgan por un presunto delito y acabas condenado, te castigarán con todas las de la ley seas rapero, líder independista o cuñado del rey, aunque a Iglesias solo le parezca democrático que enchironen al tercero, pero no a los otros dos, alineándose así con el terrorismo callejero.
La prueba de que España es efectivamente una democracia anómala es que vicepresida su Gobierno un tipo antisistema que ataca contumazmente a su ordenamiento jurídico y a instituciones tan fundamentales del estado de derecho como su Jefatura, el poder judicial o el mismísimo ejecutivo del que forma parte. Él es el anormal. Dónde se ha visto un gallo con moño.
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