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Anda por andar

CHUCHERÍAS Y QUINCALLA ·

Teri Sáenz

Logroño

Sábado, 1 de octubre 2022, 21:45

Casi no ha amanecido y el yayo Tasio echa a andar. Sale de casa sigilosamente y anda por el centro de la ciudad y el extrarradio; camina por parques y polígonos; sube rampas y baja cuestas; se detiene a lo sumo en alguna fuente a ... tomar un traguito de agua y vuelve a andar. Y así, cada mañana. Anda al tuntún, sin rumbo ni propósito. Anda porque una vez le dijo el médico que tenía muy alto ya no se acuerda si el azúcar o la sal y tenía que moverse para amortiguar no tiene claro si la diabetes o la tensión. Después de la consulta se fue andando a casa como siempre y al día siguiente volvió a andar, pero de otra manera. A partir de entonces inauguró un andar vacío, errante, sin más sentido que sumar una zancada tras otra durante horas. En sus caminatas, Tasio se cruza con cientos de personas dando también sus propios pasos. Cuando se cruza con alguna que viene en sentido contrario, se saludan levantando levemente la barbilla, como una especie de contraseña secreta entre homólogos. Si el que anda viene por detrás, activa un breve trote para aparentar una juventud que no tiene, hasta que el corazón se le acelera y es rebasado sin piedad. A diferencia del resto, a Tasio no se le nota si está andando porque viste igual que cuando está quieto: unos pantalones de tergal y unas zapatillas de tela. Los demás llevan calzado deportivo, miran a cada rato sus relojes inteligentes y visten camisetas fluorescentes de la última edición de algunas carrera popular. Un día me encontré al yayo por la calle caminando. «¿A dónde vas?», le pregunté al pasar. «Voy a andar», contestó sin detenerse.

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