Caminar hacia una era post COVID-19, que debería estar cada vez más cercana a pesar de la lentitud del proceso de vacunación, nuevas cepas y controvertidas decisiones sobre movilidad turística y social, reclama mirar más allá de lo inmediato para afrontar la necesaria recuperación ... económica y de algunos hábitos de vida. Tanto en Europa como en EE UU, las restricciones pandémicas han tenido consecuencias muy negativas para las condiciones económicas de millones de ciudadanos con sensible aumento de la desigualdad y la pobreza. Pero también, y a pesar de ello, los expertos evidencian que la congelación de los gastos durante la pandemia revela algún fruto 'positivo' entre las personas que han mantenido su fuente de ingresos, en tanto que la restricción en ellos y el cambio de costumbres han comportado una caída del consumo de entre el 11%-26%, según la consultora McKinsey, así como un aumento de un 18% de los ahorros en menos de seis meses. Mal que mal, este colchoncito ahorrado debería ahora saber canalizarse para tomar las mejores decisiones económicas de reflote común.
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Pero mientras se planifica cómo reorientar nuestra vida post-COVID, continuamos inmersos en anacronismos de dudosa utilidad hoy, como el primer cambio de hora este año realizado durante la pasada madrugada del sábado a domingo. Es difícil imaginar qué hubiera sucedido si la pandemia no se hubiera cruzado con la decisión adoptada, en 2018, por la Unión Europea de acabar en 2019 con la directiva 2000/84/CE por la que, persiguiendo un significativo ahorro energético en el contexto económico y energético de hace décadas, se establecieron dos cambios horarios al año. Aunque su permanencia se haya cuestionado continuadamente, continúa aplicándose en un limbo en el que ni el Parlamento Europeo ni los países que lo configuran han tomado medidas, salvo la de aplazar su debate hasta 2021. Para reconsiderar su vigencia no es suficiente la demostración de que afecta negativamente en los ritmos biológicos de algunos ciudadanos; ni que el consumo energético en la iluminación artificial haya descendido actualmente hasta el 90% dejando sin sentido el objetivo inicial de ahorro que la motivó; ni que el 84% de la ciudadanía europea consultada haya declarado preferir mantener el mismo uso horario todo el año.
En suma, si según el proverbio «los tiempos cambian y nosotros cambiamos con ellos», es el momento de transformarse teniendo en cuenta las razones de salud, ética y economía propias de esta compleja época.
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