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A propósito del dichoso 8-M, evitaré pringarme en el enfangado debate de que si el gobierno permitió las manifas a pesar de conocer el riesgo de contagio, como apunta una investigación judicial encargada a una guardia civil dirigida, claro, por mandos filogolpistas, y demás ... lances de este campeonato de lucha libre en barro, o mejor en estiércol, en que se ha convertido la política española en pleno desmontaje de la separación de joderes. Atendiendo más al fondo de la jornada reivindicativa mujeril que a su posible relación con la pandemia, diré que tras siete años de internado, seis de carrera, cuarenta y dos de traumatólogo y dos de jubilado, si existieran la reencarnación o el túnel del tiempo y tuviera que empezar una nueva vida elegiría ser amo de casa. Pero no como las insatisfechas de tal condición que reivindican su «realización», entendida como liberarse de la sumisión doméstica trabajando fuera de casa en las mismas condiciones que el varón. Para nada.

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larioja Amo