Los amigos de los asesinos
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De cómo el TSJR obliga a repetir una injusticia: una calle para Santos AscarzaVIERNES | SANTOS ASCARZA
Un tío abuelo mío murió en la División Azul. Las crónicas familiares no cuentan mucho del asunto, aunque algún documento queda. Fue en noviembre de 1941, en el sector de Nitlikino: Paco Bacaicoa murió destrozado por un mortero.
No fue el único. De los 45. ... 000 españoles que fueron a Rusia a la guerra unos 5.000 no volvieron. Una lástima. Lástima doble, en este caso: si triste es morir en el frente, peor es hacerlo luchando por la peor de las causas posibles.
Muchos de aquellos divisionarios fueron allí muy convencidos de lo que hacían. Luchar contra el comunismo era, en la cabeza de un país que acababa de pasar una horrorosa guerra civil, algo más que un eslogan. Muchos falangistas convencidos, como mi tío abuelo, se enrolaron encantados. Otros, intentando enjugar un expediente sospechoso, no iban tan ufanos. Y muchos más, militares de carrera, estaban entre ambas orillas: algunos deseosos, otros casi obligados.
No sé muy bien en qué lugar colocar al teniente coronel José Santos Ascarza, el único militar español de alto rango que murió en aquella guerra cruel. Sí sé que conviene recordar su muerte, igual que la de los otros 5.000. Porque no es bueno olvidar las cosas malas de la patria de uno, aunque sólo sea para ver si conseguimos no repetirlas.
Sin entrar en las batallitas propagandísticas de los años posteriores (alguna aún cuesta desmontarla) el grano del asunto es que España mandó a un buen puñado de soldados a luchar por un ejército criminal de un régimen aún más criminal. Un ejemplo de muchos. Los expedicionarios de la División Azul, camino de su destino en la zona de Leningrado, acamparon durante unas semanas de otoño de 1941 en Vilna, la capital lituana. Para cuando ellos llegaron, unos 46.000 judíos estaban concentrados en dos guetos. Los españoles no se portaron mal con los ellos, parece. Pero el ejército cuyo uniforme vestían masacró durante los meses siguientes a prácticamente todas esas 46.000 personas. Ponary era el nombre del bosque: se calcula que entre 70.000 y 100.000 personas fueron fusiladas allí. Casi todos judíos.
Sí, es bueno recordar. Recordar que hubo un momento en que en nuestro país mandaba un régimen amiguísimo de aquellos asesinos. Tanto que envió en su ayuda a 45.000 hombres, tanto que solo se distanció de esos «amigos» cuando ya estaba claro que su causa estaba, afortunadamente, perdida.
Santos Ascarza merece ser recordado, en fin, igual que mi tío abuelo Paco. Recordar para no repetir. Que no es lo mismo, ojo, que homenajear. Tener una calle con el nombre de Santos Ascarza es lo segundo, no lo primero. Y es algo tremendamente doloroso e injusto, por mucho que ahora lo diga el Tribunal Superior de Justicia de La Rioja, quiero entender que basándose en defectos más de forma que de fondo. Aunque el resultado sea el mismo: algo que convendrá arreglar de nuevo.
LUNES | PRECIOS
Escribe Pepa González en este medio haciendo una sencilla comparación: lo que crecen los salarios, lo que crecen los precios. Los segundos, unas cinco veces lo que los primeros. Leo también por ahí que, calculando en euros constantes (o sea, incluyendo ahí la inflación) el salario de los españoles ha caído ligeramente en los últimos 20 años.
Son jalones de una tendencia que no es solo española. La práctica de la sociedad de mercado se está olvidando de la teoría del bienestar, y el camino por el que nos lleva es muy peligroso. Socialmente, políticamente, pero también en lo económico.
Porque no hay ninguna sociedad económicamente avanzada que pueda sostenerse sobre la base de depauperar de forma continuada las condiciones salariales de su parte más ancha. Una sociedad en la que se instale la convicción de que las cosas solo pueden ir a peor, de que los jóvenes vivirán peor que sus padres, es una sociedad enferma, el perfecto caldo de cultivo para la barbarie política. El descontento y la desesperanza no tiene padres, pero sus hijos pueden ser tremendamente peligrosos.
SÁBADO | VIRUS
En la ensalada de palabrejas que nos ha enseñado esto del coronavirus, una de las últimas en llegar ha sido 'gripalizar'. Que viene a ser empezar a tratar la pandemia como si de la gripe común se tratara. El principal problema de esa idea es lo que decía Carmen Nevot por aquí ayer mismo: que el COVID mata muchísimo más. 40 veces más que aquella Gripe A, cuatro veces más que una gripe de un año muy malo.
Así que ojito. 'Gripalizar', ahora mismo, supone aceptar que cada invierno van a morir al menos medio centenar de personas, y eso solo si conseguimos mantener la vacunación. No me parece que sea un precio que podamos pagar.
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