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Amarga salida de Afganistán

Editorial ·

El ascendiente de EEUU sale muy dañado y difícilmente podrá alardear en el futuro de ser guardián en el mundo de los valores democráticos

Miércoles, 1 de septiembre 2021, 02:00

Con aires inequívocos de derrota en toda regla, los norteamericanos abandonaron Afganistán veinticuatro horas antes de la fecha límite que se habían marcado. Los últimos efectivos militares y el personal diplomático que aún permanecía en Kabul salieron, hostigados por los terroristas de Estado Islámico (ISIS- ... K), en el último tramo de un gran puente aéreo que evacuó a más de 120.000 personas, norteamericanos y colaboracionistas afganos. Cerca de noventa países, España entre ellos, habían también evacuado a sus nacionales, y todos tienen la promesa talibán de que quienes hayan quedado atrás podrán ser rescatados más adelante. Habrá que ver si el nuevo Gobierno que se forme cumple su palabra. El balance es amargo porque en estos veinte años los aliados occidentales han intentado erigir un régimen pluralista y democrático, capaz de mantenerse en pie tras la evacuación de los invasores gracias a su legitimidad y a una fuerza defensiva de 300.000 efectivos que habían recibido adiestramiento y material moderno para desempeñar su tarea. El fracaso ha sido atronador: en menos de una semana, los talibanes han puesto en fuga al presidente del país, Ashraw Ghani, y se han adueñado de la práctica totalidad del territorio con muy escaso esfuerzo. El drama no ha sido solo militar y político sino también moral. En estas dos décadas, la primitiva sociedad afgana, ensimismada en el más feroz integrismo religioso hasta el extremo de acoger a Al Qaeda, se había liberalizado al relativizarse la obligatoriedad de la sharia. Las mujeres habían abandonado el burka y ya podían escolarizarse, trabajar y adquirir cierta autonomía. Ahora, Afganistán regresa a la oscuridad y al fanatismo, como la propia ONU se ha cuidado de alertar. No son reales los gestos de apertura y tolerancia; los talibanes son los mismos que alojaron y equiparon a Bin Laden en 2001. Joe Biden, que deja más de 19.000 muertos estadounidenses en Afganistán –13 de ellos víctimas de un atentado hace pocos días–, sale muy debilitado de esta operación pactada por Trump que no podía terminar bien. Ni siquiera es seguro que no haya de volver si los talibanes convierten Afganistán en un presidio de tortura y muerte. En todo caso, el ascendiente de EEUU como potencia mundial sale muy dañado, incluso ante sus aliados. Washington, empequeñecido, difícilmente podrá alardear en el futuro de ser guardián de los grandes valores democráticos en el mundo.

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