La aguda crisis sanitaria, económica y social que atraviesa España habría justificado un sensible desgaste del Gobierno. Sobre todo si como es el caso, y sin infravalorar la extraordinaria complejidad de la toma de decisiones, la gestión de la pandemia ofrece un amplio surtido de ... errores manifiestos. Aún así, lejos de penalizar al Ejecutivo, la insólita emergencia parece haber pasado factura a una oposición incapaz de elaborar un discurso sugerente en unas circunstancias que así lo habrían favorecido. La sibilina decisión de Pedro Sánchez de endosar a las comunidades la lucha contra el COVID-19 –incluida la adopción de medidas impopulares– mientras él se reserva éxitos como la llegada de las vacunas habrá influido en ello. Pero es insuficiente para justificar una situación que demuestra las carencias del PP para construir una alternativa creíble a la coalición PSOE-Unidas Podemos en el poder.
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El éxito electoral del PSC con el exministro de Sanidad Salvador Illa, el estrepitoso fracaso de los populares, la hecatombe de Ciudadanos y la irrupción de Vox como la primera fuerza de la derecha nacional el 14-F constituyen una clara demostración de ello. Aunque no son unos resultados extrapolables al conjunto del país, ponen de manifiesto que el proyecto de Pablo Casado dista mucho de estar en condiciones de desalojar a Sánchez de La Moncloa. La ausencia de una clara hoja de ruta y los sucesivos bandazos entre el conservadurismo sin complejos y la reivindicación retórica del centrismo han acabado por confundir a sus propias bases, mientras la polarización –azuzada en parte desde el Gobierno– allana el terreno al extremismo. El PP puede llorar por la fragmentación del centro-derecha, que le lastra, pero no atribuirla a culpas ajenas o fingir que nada puede hacer por corregirla. La mejor prueba de que su estrategia precisa una urgente revisión reside en que ni la descomposición de Ciudadanos le permite hoy por hoy disputar la mayoría al socialismo. El país necesita contar con una alternativa viable al actual Ejecutivo. Fiar las expectativas del PP a un súbito desgaste de Sánchez por el COVID-19 y la crisis económica o a una rápida ruptura con Unidas Podemos se ha revelado erróneo. Casado ha de articular desde la moderación un discurso sólido capaz de conectar con amplias capas sociales, constructivo y sin confundir la crítica legítima con el tremendismo. Ni le sobra tiempo para ello ni es hora de más improvisaciones.
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