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Camilo José Cela, nuestro premio Nobel de Literatura, decía que era de mala educación hablar de dinero y de enfermedades. Es bien conocido que Cela ... era de formación anglosajona, de madre inglesa, por lo que su recomendación tal vez fuera norma de urbanidad de las islas, como lo es hablar del tiempo en el ascensor, pero me quedé con la cantinela de que no se debe hablar de enfermedades y de dinero. Como de lo segundo –las perras, el parné, los cuartos, la plata o, como decían en Vallecas en mi juventud, la libra–, suelen hablar los que tienen mucho o los que deben más, que a veces son los mismos, y no es mi caso, me quedo con que no se debe hablar de enfermedades, aunque en alguna televisión riojana de sobremesa no sigan el consejo y sean azote de hipocondríacos.
Lo que no dijo don Camilo, pero lo podía haber dicho con mucha razón, es que, aunque no sea de mala educación, es torpe y ridículo hablar de lo que no se sabe, a pesar de la cantidad de 'habladores' que lo practican, excepto si eres columnista, así que voy a caer en la torpeza de hablar de la inteligencia artificial (IA) que, dicho sea de paso, no es nada nuevo, pues ya en mis tiempos de estudiante de Matemáticas, hace cincuenta años, peleábamos con ella.
Los que hemos visto pasar, en el campo, del aladro* a la inteligencia artificial no nos extraña casi nada, pero sí que se vaya de la esperanza al temor en un instante. Eso es lo que pasa con la inteligencia artificial, igual que ha pasado con casi todos los avances fundamentales. De soñar con las ventajas y beneficios de una IA al servicio de la humanidad, hemos pasado al desánimo, más bien terror, por un posible mal uso de esta tecnología. Y si echamos la vista atrás, razones no faltan: seguro que Nobel, cuando inventó la dinamita, no pensó que se usaría para matar masivamente; y qué decir de los usos de la química y la bacteriología como armas de guerra; o de la energía nuclear; o de... Por mucho que se hagan leyes, se llegue a acuerdos, se prohíba por organismos internacionales, cuando un nuevo invento es posible usarlo para la destrucción, siempre se ha usado. Lo de la guerra justa, la convención de Ginebra, los crímenes de guerra y otras prohibiciones de armas y actos vergonzantes, en época de guerra, son zarandajas, pues siempre se llega al vale todo, como podemos comprobar en cualquier guerra y en todos los bandos. Otra cosa es que no nos enteremos o no nos queramos enterar.
Ahí radica el peligro de la inteligencia artificial más que en los trabajos que puede destruir, en el cantado mal uso que se hará de ella, por muchas leyes y cortapisas que se le quieran poner. ¡El mundo y yo somos así, señora!
* En Aragón y Navarra, arado. (DRAE)
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