Vivir para ver. Con moderada algarabía la prensa internacional informaba el 18 de febrero de la llegada de la nave norteamericana Perseverance a Marte, planeta que tanto nos ha hecho soñar con sus paisajes e inquietantes habitantes, los marcianos, que ahora parecen no existir (o ... están escondidos).
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Con el revoltijo de asuntos a afrontar en la Tierra, la expectativa internacional parece estar más atenta a la conquista espacial que en regular la vida en nuestro planeta. Sin negar el indudable avance científico-tecnológico y de la economía humana para llegar a planetas lejanos, de recoger y escuchar un sonido real de Marte (una ráfaga de viento) o visualizar las fotografías que reconstruyen en HD la imagen del cráter Jezero, amén de las muestras que llegarán a la Tierra en 2031, el memorable logro parece desajustado a las prioridades actuales.
Es paradójico que mientras la estructura socioeconómica mundial se tambalea, haya recursos para afrontar los casi 3.000 millones de dólares del coste del viaje. Y no solo los USA invierten en la carrera espacial a Marte, sino que hay 8 vehículos espaciales en su órbita actualmente: Europa, Japón, India, Rusia, Japón, China o los Emiratos Árabes quieren llegar a él; incluso E. Musk, fabricante de Tesla, proyecta un viaje con cien pasajeros en 2026. Es paradójico que la primera potencia científica mundial, incapaz de detener la pandemia COVID-19 (ya tiene 500.000 fallecidos), haya conseguido el eminente y complejo logro espacial; también lo es que Francia, cuna de Pasteur y ahora en brazos de la persistente pandemia, haya construido el SuperCam para Perseverance.
Es una paradoja que en España discutan si las ayudas a las empresas deben consistir en 'quitas de deuda bancaria' o 'ingresos directos' mientras contemplamos las imágenes espaciales; como lo es ver las hordas violentas de jóvenes desatadas por la insatisfacción, enfado, estrés social o el hastío generados por la crisis pandémica. Es paradójico buscar vida en Marte cuando en la Tierra se conocen las primeras cifras del descenso de la natalidad en 2020, aproximado al 7/8% en España, y que es del 13% en Francia versus 2020; con los fallecimientos sobrevenidos por la pandemia parece que la vida se escapa entre las manos.
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Marte supone un signo de supremacía, un campo de experimentación tecnológica, un reto científico, una fuente de imaginación. Sin restarle valor, deberíamos recordar el consejo de Voltaire sobre la importancia de cultivar nuestros jardines en la Tierra.
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