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Hace unos meses, no recuerdo muy bien con qué excusa, escuché una conversación entre cuatro exalcaldes de Logroño. Eso de juntar a los exalcaldes es algo que mola mucho, la verdad: con el tiempo los malos recuerdos se suavizan, y queda entre ellos esa especial ... hermandad de quien ha llevado en sus manos una vara que, a veces, pesa un quintal.
El caso es que esa última vez se me quedaron grabadas unas palabras de Tomás Santos, alcalde que lo fue por el PSOE. A Santos le tocó gobernar en lo peor de la crisis y sabiendo que, tal y como iba la cosa en Madrid, probablemente perdiera las elecciones pasara lo que pasara. Y sin embargo, Santos recordaba aquella legislatura como especialmente difícil no por nada de eso, sino porque sus entonces socios «la hicieron muy complicada».
Esos socios eran dos concejales del PR+, el mismo partido con el que ahora pacta Hermoso de Mendoza. Aquella legislatura, llena de quebrantos y de algunas malas artes que el tiempo no ha aclarado, fue también complicada porque los socios regionalistas no entendieron una verdad fundamental: que en el momento en que entraron a formar parte de la Corporación, Tomás Santos pasaba a ser SU alcalde. No el alcalde del PSOE, que me necesita tanto que no puede evitar que me haga un corralito buscando mi provecho político propio. SU alcalde. El que lleva la vara de mando, al que se le debe un mínimo de lealtad (que no de pleitesía, que es otra cosa) si se quiere que el proyecto acabe bien para ambos.
Bien harían ahora todos en recordar aquella experiencia no tan lejana, y cómo acabó. Si es que no quieren que se repita.
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