Polarización y bloqueo
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Salvando las distancias, la capacidad de Podemos para colapsar la legislatura tiene similitud con FranciaEl frío saludo protocolario entre el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso ilustra este extraño tiempo. Es tal la hostilidad ambiental que hasta sorprendía este gesto de simple cortesía institucional el viernes. La tremenda guerra ... política entre Ayuso y el líder del Ejecutivo ha encontrado una leve y ligera minitregua institucional con la excusa de la cumbre de los presidentes autonómicos en Santander. Un paréntesis que se quebraba a las primeras de cambio en cuanto se pedía un balance de la cita a los asistentes y volvían a subir los decibelios al constatarse el fracaso. En cualquier caso, resulta insólito que lo que debiera ser normal en un sistema democrático se convierta en noticia. Son los tiempos de la polarización que en España se envenenan por una historia cainita de exclusión del otro.
El telón de fondo que ha precipitado el nuevo intercambio de golpes dialécticos y saludos cordiales ha sido el anuncio de Sánchez de un año de celebraciones al cumplirse en 2025 los 50 años de la muerte de Franco y el final de la dictadura. Ayuso ha reaccionado con furia acusando a Sánchez de «enloquecer» por atentar contra la reconciliación de los españoles y de volver a dividirlos, alentando la violencia en la calle. La llegada de la democracia es una cuestión que debiera trascender la frontera entre la derecha y la izquierda. Convertirla en un arma arrojadiza es muy tóxico para el Estado constitucional. Por eso no se terminan de entender algunas reacciones desde el centroderecha. Apostar por la reconciliación es absolutamente incompatible con la más mínima legitimación del franquismo por quienes, por ejemplo, quieren desmantelar la España autonómica.
En todo caso, la Conferencia de Presidentes no ha servido más que para constatar el profundo disenso que marca la legislatura, atenazada no tanto por la estrategia de oposición del PP, en gran medida sobreactuada por las propias urgencias de Núñez Feijóo. El conflicto de fondo del mandato de Sánchez radica sobre todo en las contradicciones y las prisas de sus socios de investidura. Por un lado, Junts sigue apretando las tuercas , ahora con la exigencia de una cuestión de confianza al presidente con la que quiere visualizar hasta qué punto la batuta ¡la llevan sus siete escaños. Los socialistas, sobre todo tras la reunión en Ginebra de Santos Cerdán, intentarán enfriar la presión, convencidos de que una parte del maximalismo de los neoconvergentes irá remitiendo porque tiene que ver con su pugna con ERC.
Más inquietud suscita en el actual Gobierno de coalición el papel de Podemos, que necesita encontrar un espacio que le salve de su honda crisis y le permita ganar el pulso a Sumar. Pero el empecinamiento de escorar las iniciativas del Ejecutivo hacia posiciones de izquierda 'dura' para evitar el naufragio puede abrir serios boquetes en el Ejecutivo. Se está viendo en el polémico asunto del gravamen de las eléctricas, del que el PNV y Junts se han descolgado. Podemos ha hecho 'casus belli' de la cuestión y amenaza con no apoyar los Presupuestos si no sale adelante su propuesta, lo que anticipa que el proyecto de Sánchez puede entrar en un movedizo territorio de difícil viabilidad. Además, el propio PSOE, que es una de las pocas referencias socialdemócratas que quedan en el poder en Europa, puede tener también algunos problemas serios si Podemos pretende imprimir su sesgo a toda la actuación gubernamental.
Salvando las distancias, que las hay, esta capacidad de Podemos de colapsar la legislatura tiene alguna similitud con el endiablado laberinto político francés, en donde el nuevo primer ministro, François Bayrou, necesita desactivar la hostilidad total del Nuevo Frente Popular de izquierdas para evitar otra moción de censura. Su objetivo pasa por desgajar a los socialistas, comunistas y ecologistas de la Francia Insumisa para garantizar cuando menos que la legislatura se ponga en marcha. El dogmatismo de cierta izquierda de aceptar fórmulas de transacción con otras opciones más centristas, que se plantean como una supuesta claudicación, dificultan las respuestas progresistas más templadas. Y eso radicaliza a los extremos. En lo que Francia y España pueden coincidir.
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