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Este sábado es un gran día para los que acostumbramos a practicar alguna actividad deportiva de ocio y al aire libre. Tras 47 días confinados entre las paredes de nuestra vivienda, por fin podremos salir al exterior y volver a disfrutar de todas las ... sensaciones que 'el bicho' nos ha quitado durante este largo, larguísimo, mes y medio de obligado encierro. No es aún una apertura total, sino más bien una 'perestroika' deportiva de transición hacia la 'nueva normalidad' que sin duda experimentaremos también en este mundillo del deporte aficionado.
Durante unos días nuestra actividad deberá ser individual o, a lo sumo, solo podremos estar acompañados por familiares que estén conviviendo a diario con nosotros y tampoco podremos salir del término municipal en el que residimos. Sí, todavía no podemos desfogarnos como nos gustaría, pero tampoco son limitaciones difíciles de cumplir y que parecen sensatas para evitar contagios que podrían revertir la situación enseguida. Solo un pero: en el ámbito del ciclismo cunde la opinión de que hubiera sido deseable abrir los límites más allá del municipio, especialmente en las capitales y grandes municipios, para evitar concentrar al gran número de aficionados que se supone saldrán a la calle durante este fin de semana.
En cualquier caso nadie cuestiona la obligación de guardar unas distancias de seguridad durante un tiempo para poder avanzar hacia un régimen más abierto en el ámbito de la actividad física. Si todo va bien, serán solo unos días con restricciones a nuestros movimientos, pero sin duda mucho más llevaderos que el medio centenar de jornadas que acabamos de atravesar recluidos entre muros de ladrillo y cemento. Nada más radicalmente opuesto a la actividad física al aire libre que estar encerrado en casa, por mucho que hayamos echado mano de cintas y rodillos que nos han ayudado a mantener la forma física y aliviar las consecuencias de tener el sofá y la nevera al lado durante toda o la mayor parte del día.
En estas semanas hemos viajado por circuitos virtuales en pantallas de plasma; hemos hecho grupetas por videoconferencia mientras sudábamos y quemábamos la mala leche sobre poleas y circuitos electrónicos; hemos superado retos en plataformas deportivas 'on line'... y no ha estado mal, hemos aguantado el embate del coronavirus como un desafío más que hay que superar conscientes de que había en juego muchas vidas.
Pero ese Matrix tecnológico que envuelve cada día más el deporte para nada puede competir con el entorno y las sensaciones que se experimentan ahí afuera. Y no hace falta irse muy lejos. A muchos el confinamiento nos ha enseñado a valorar más lo que tanto hemos echado de menos durante estos días: cosas tan simples como sentir el viento y el sol en la cara, escuchar la corriente del Iregua o el Ebro, oler a humedad y hierba fresca por la mañana, otear el paisaje desde Clavijo o los Cameros, ver cómo prosperan los viñedos, conversar con los amigos y compañeros de grupeta, tomar un pincho en un bar al finalizar la actividad deportiva… Cada uno, en cada rincón de La Rioja, lo habrá sentido a su manera, pero perder esa rutina a quienes la llevamos dentro deprime, y no tanto el cuerpo como el espíritu. Por ello este sábado es un gran día. No lo vayamos a joder.
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