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El debate político nacional ofrece visibles muestras de una legislatura agotada con el Gobierno envuelto en insistentes pulsos por cuestiones de primer orden en las que el PSOE y Unidas Podemos mantienen diferencias insalvables y los socios que le otorgan una precaria mayoría cada vez ... más alejados de un Pedro Sánchez que les inspira una creciente desconfianza que ni se molestan en disimular. Mientras tanto, un PP al alza en las encuestas se esfuerza en juegos malabares que intentan –no siempre con éxito– superar la contradicción entre su necesidad de marcar distancias con Vox a la par que pretende atraer a los votantes de ese partido, comparte el poder con él en Castilla y León y parece condenado a depender de uno u otro modo de Santiago Abascal para llegar a La Moncloa. Las elecciones municipales y autonómicas previstas justo para dentro de un año, que serán la antesala de las generales, condicionan los movimientos de todas las formaciones. Los comicios andaluces del 19 de junio servirán de test de cara a ambas citas ya que, aunque sus resultados no son extrapolables, esa comunidad presenta un perfil mucho más similar al del conjunto de España que otras como Madrid.
Las grietas abiertas en el bloque de la investidura, cuyo grosor aumenta sin cesar, no lo rompen por razones de conveniencia entre sus miembros, resumidas en la posibilidad de los socios de Sánchez de arrancar concesiones a un Ejecutivo débil gracias a una aritmética parlamentaria que ahora les favorece y, sobre todo, en el temor que suscita en ellos una alternativa de derechas. Con los sondeos en contra y un mínimo margen de maniobra, el presidente está interesado a resistir a toda costa a la espera de que le permitan remontar el vuelo la eventual mejora de la economía una vez sean superados los destrozos causados por la pandemia y la guerra en Ucrania, así como una hipotética erosión del PP por sus relaciones con la ultraderecha o por errores estratégicos.
El problema para Sánchez es que cada gesto que hace a sus aliados independentistas y nacionalistas para sostener al Gobierno lastra sus expectativas electorales en medio de una aguda polarización. El problemas para el país es esa misma polarización. Un arco parlamentario dividido en dos frentes irreconciliables, de forma que la presión sobre los grandes partidos de los grupos situados a sus extremos impide acuerdos imprescindibles y tensiona hasta la náusea lo que debiera ser un debate político civilizado.
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