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Yo ahora, así, pillándoles desprevenidos, podría darles una de mis habituales palizas contándoles algo sobre la situación económica en la que gracias a la descacharrante gestión de nuestro Gobierno nos encontramos. Vamos, ya saben, la misma pesadez de siempre. Además, y puestos ya a meterles ... cuentos, también podría explicarles algo sobre las últimas actuaciones del FMI o la repercusión que la guerra de Ucrania está teniendo sobre la inflación europea o sobre esa cosa tan rara que se llama estanflación y que parecen ser las culpables de que antes, con tres euros te dieran seis naranjas y ahora te den solo cuatro y se queden con las vueltas.
Pero no. Hoy, por ser el primer lunes, de la primera semana, del primer mes del año 23, no voy a contarles nada de todo eso. Y ¿saben por qué no voy a contarles nada de todo eso? Pues no voy a contárselo porque no me lo creo. Así como suena. No me creo casi nada de lo que nos dicen los diferentes partidos de los diferentes colores.
Eso de que la cosa vaya más o menos bien si hablamos de la inflación de los precios del gas, de la electricidad y de no sé cuántas cosas más y a la vez vayan jodidamente mal si hablamos de las cositas del comer, del vivir y del beber, no hay quien se lo crea. Dicho queda. Vamos, que no trago.
Pero es que además, ¿saben ustedes qué es lo que pasa? Pues pasa que ya no soy el único que no traga, porque si la crisis económica fuese tan grande y catastrófica como dicen, ¿cómo es posible que la gente se haya lanzado al cancaneo y hayan saltado y asaltado las calles como si no hubiera un mañana? Porque oigan, ¿han visto ustedes cómo está todo?
¿Se han dado cuenta de que para encontrar una silla libre en una terraza te hace falta el GPS o que para reservar una mesa en un restaurante hay que llamar con un par de semanas de antelación?
Pues así están las cosas, no le demos más vueltas. Y ahora que ya se me está acabando el folio, ¿quieren saber cuál es la explicación que sobre todo esto encuentro yo que está pasando? Pues mi explicación es que la culpa de todo la tiene la pandemia esta que desde hace un par de años nos está zurrando de lo lindo y que tantos encierros y entierros nos ha traído.
Porque vamos a ver, que a obedientes a nosotros no hay quien nos gane. ¿Teníamos que encerrarnos en casa haciendo construcciones con los rollos de papel higiénico?, pues nos encerrábamos. ¿Las vacunas nos dejaban los brazos como acericos?, pues nos los dejaban. Pero se acabó. Ahora que parece que el cierzo amaina, ahora es la nuestra. Que el alcalde siga arreglando calles, que parece que es lo suyo, porque en las que tenemos ya no van a caber más terrazas. Que ahora es la nuestra. Y hasta el domingo que viene, si Dios quiere, y ya saben, no tengan miedo.
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