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Ya predijo Albert Einstein que los fenómenos más violentos del cosmos producen ondulaciones del espacio-tiempo de donde provienen las llamadas ondas gravitacionales. Los científicos han captado la mayor hasta la fecha, que proviene de la fusión de dos agujeros negros cuyo choque se produjo ... hace unos 7.000 millones de años. Aunque admiro a Einstein soy lega en la materia pero percibo, sin contar con detector alguno, que vivimos en el vórtice de un agujero negro desde hace meses. Creo que nuestras ondas son ajenas a los encontronazos de los políticos españoles porque ignoran nuestro espacio y tiempo.
La lejanía de nuestra realidad y la de nuestros representantes es incalculable. Las urgencias cotidianas son invisibles a sus ojos, como la cara oculta de luna. Nadie niega esta crisis con dimensión de hecatombe pero parece que algunos desconocen que detrás de la puerta de cada casa hay una tragedia vital, más grande o más pequeña, que produce más angustias que las reconocidas públicamente. El gobierno ha lanzado algunos salvavidas sociales, lo cual es de agradecer, pero el desánimo cunde en hogares y negocios que esperan ver unidos a sus representantes y no riñendo en el patio del colegio.
El agujero negro en el que nos ha hundido la pandemia no puede dejarnos sin esperanzas. Los españoles hemos superado muchas desgracias. Nuestro cainismo viene de más allá de nuestros recuerdos. Gobernando España Cánovas del Castillo, el 2 de septiembre de 1884, el médico Federico Olóriz, ante la inminente llegada de una de las epidemias de cólera-morbo que sufrimos, observaba a «hombres prevenidos que almacenan provisiones antes que escaseen o encarezcan; otros precavidos que retiran su dinero de la circulación, abandonan empresas en proyecto... por si acaso» y «algunos esperándolo todo de un partido político, calculan fríamente la influencia que la salud pública alterada, podrá tener sobre la duración del actual gobierno».
Ya ven que seguimos en igual dinámica. Entonces dos partidos se turnaban en el gobierno, hoy los dos mayoritarios no hay modo de que lleguen a ningún acuerdo. Los nuevos partidos se vetan unos a otros, los más pequeños se unen a la hoguera de las vanidades y en esta inconsciencia general nos piden a los ciudadanos responsabilidad. Mientras unos esperan que la pandemia derribe al gobierno, los ciudadanos claman por verlos pactar algún remedio. Vivimos y observamos desde nuestro propio agujero negro que no ha sido detectado por tantos sabios y asesores como los partidos tienen a sueldo. Si miras desde el cielo es una mancha de miedo. Desde dentro, el pozo es tan profundo que todo se ve negro. En esa oscuridad nos vamos a quedar ciegos esperando que descubran la existencia del sentido común y, por fin, nos lancen un cordel para escalar a la esperanza.
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