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Una de las escasas enseñanzas que nos dejó la noche de los disturbios en Logroño fue que no hay que creérselo todo. Sonaban todavía las sirenas y volaba el humo apestoso de los contenedores quemados, y por el aire ya iban viajando también los bulos, ... que aterrizaban en la pantalla del móvil con toda esa carga de drama e inmediatez que los hacían perfectamente adictivos, listos para reenviar; más humo, más basura. Es fácil imaginarse lo que ocurre en sitios donde no hay una prensa libre e independiente que separe los hechos reales de las mentiras, por eso no se comprende la propuesta del Gobierno de poner en marcha su Ministerio de la Verdad.

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