H ay partes policiales que podrían venderse en las librerías como novelas de terror. Un funcionario redacta con la asepsia obligada tal o cual actuación de los agentes, pero los hechos son tan espeluznantes que ni la ausencia de adjetivos oculta el drama que palpita ... en lo descrito. El pasado lunes, una mujer de 18 años fue rescatada en torno a la media noche en el soto del Ebro a su paso por Logroño, no lejos de Riojafórum. La chica huía de su expareja que le estaba agrediendo, y en esa carrera frenética por escapar del miedo y los golpes, había seguido a tientas alguno de los sinuosos senderos que jalonan la zona para, entre la maleza y sin más luz que la de la luna, resbalar y caer al río donde fue auxiliada por los policías. «Se agarraba a una rama y tenía el agua a la altura de la barbilla», apunta el comunicado enviado a la prensa. ¿Hay alguna frase que resuma con más desgarro la lacra de la violencia machista? Lo único que se le parece es el arranque del parte, donde se da cuenta de que un testigo vio cómo el agresor le estaba pegando en plena calle y amedrentando con un objeto contundente que no pudo utilizar gracias a la intervención del viandante y la velocidad de la víctima al correr. Un episodio que lamentablemente no deja de repetirse, incluso en esas ciudades de provincia donde en apariencia nunca pasa nada, y que remacha su crueldad con la manera en que los uniformados dieron con el exnovio de la joven: mientras paseaba a su perro por el mismo barrio, como si nada hubiera pasado. Sin sentir la noche ni el agua de la culpa llegándole al cuello.

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