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Más de 600.000 trabajadores permanecen aún en ERTE. Esta herramienta se ha revelado hasta ahora eficaz para mantener a flote empresas y empleos hasta que amainase el temporal de la pandemia, lo que no ha impedido un aumento de 580.000 parados desde marzo. ... Pero sus efectos empiezan a agotarse ante la persistencia de la crisis y las restricciones implantadas para combatir la segunda ola del virus, que han lastrado la actividad y empujado a cientos de compañías a plantearse para sobrevivir recortes de plantilla incompatibles con esa fórmula. La amenaza de una avalancha de despidos planea así en el horizonte. El Gobierno ha de evaluar vías alternativas a los ERTE o una reformulación de estos para evitar en lo posible esa sangría. Concentrar los esfuerzos solo en las empresas viables, como propone el Banco de España, y dejar caer a las demás o focalizarlos en determinados sectores son opciones con lógica económica, pero fuerte coste político y social. Proteger al máximo tanto el tejido productivo como el empleo resulta primordial para recuperar cuanto antes el nivel previo al COVID del PIB y de los estándares de bienestar, sin agudizar las brechas sociales abiertas por la anterior recesión.
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