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Adiós al lenguaje

Adiós al lenguaje

OJO DE BUEY ·

Domingo, 18 de septiembre 2022, 02:00

Era el título de uno de los últimos largometrajes de JLG, del año 2014. JLG son las iniciales de Jean-Luc Godard (1930-2022). Ésa era su divisa en libros y afiches: JLG. Pero además, JLG, funciona por extensión como una sigla del cine. Lees ... JLG y piensas más allá de Godard en una etiqueta que acredita –como una denominación de origen (y de final)– el propio cine. Trataba 'Adiós al lenguaje' de todo, cuando parecía que trataba de nada. Un perro de arte y ensayo, errabundo, como un verso suelto (de la Historia en general), atravesaba la película. Suele darse esta paradoja en algunas obras que sintetizan tiempos, figuras e ideas. Se produce una especie de disolución de fondo, tan al fondo que 'Adiós al lenguaje' –que no solo por lo del perro estuvo aquel año el Festival de Cannes– era en 3-D. JLG rodando con ochenta y cuatro años en 3-D. Qué tío. Qué profundidad de campo mental. En España se estrenó plana. Y algún crítico dijo despectivamente que su mayor mérito era que duraba «70 minutejos». Minutejos, dijo. Lo que pasa es que un 'minutejo' de Godard vale por muchos minutos filmados. Porque JLG no solo hacía películas, sino que pensaba el cine, como instrumento, arma, dispositivo y poema. Su propio pensamiento cinematográfico, su pensar el cine era, a su vez, cinético, dialéctico. Esencialmente dialéctico, pues las imágenes hablaban con las imágenes, interceptándose, colisionando, cortándose: pensándose entre ellas. Su pensamiento era puro cine y su cine puro pensamiento, en moviola al descubierto. Para JLG, el depósito de imágenes aportado por el cine desde los primeros minutejos de los Lumière –el álbum del cine– era una capa, un estrato más de la geología audiovisual que se ha ido macerando desde que existe la representación. Y eso abarca desde la pintura a la imagen digital pasando por la fotografía, el periodismo o la televisión. Y la literatura, por supuesto. Las imágenes y las palabras son textos que comparten superficie, pantalla. Y por eso JLG escribió y filmó/ montó/ compuso una Historia del cine, un ensayo en ocho capítulos y unos quinientos minutejos de Godard –tan discursivo como hipnótico y en el que su voz, su pensamiento, el humo de su puro y el carro de su máquina de escribir formaban la pieza nuclear– con el título de 'Historia(s) del cine'. Esa 's', entre paréntesis, que no desmiente pero sí diversifica la Historia, es ya legendaria en los ensayos sobre el cine e imagen (podría aplicarse a otras muchas historias), y pretende declarar cómo ya de nada existe un solo modo de relato o interpretación, y menos de lo que veníamos llamando el cine. Y de hecho el cine, en esas Historia(s), cortocircuita con todo el magma del audiovisual del siglo XX, produciendo una suma cuyo resultado no es ya exclusivamente una historia del cine, sino de nuestro cortex cerebral. El resultado es, en fin, una reflexión política, en la que lo mostrado (y no mostrado) por el cine es un interface, una cueva de Platón. Los minutejos más autocríticos que ha dado el cine, que es la verdad (y la mentira) a 24 imágenes por segundo. Vimos 'Adiós al lenguaje' en Le Cinema du Pantheon, de París, con dos queridos amigos a los que medio engañamos diciéndoles que era una peli francesa muy chula en relieve (todo era cierto, por lo demás). El Pantheon resiste en el Barrio Latino, cerca del circuito (ya tristemente menguante) de los cines hasta los que llegó en los 50 y 60 la 'nueva ola', de JLG o de Truffaut. Dos hemisferios. Yo, hay días en que me siento JLG y otros Truffaut. Para mí, el Pantheon será el verdadero panteón donde reposará JLG. Su obra consistió en una prolongada y pautada despedida del lenguaje(s); una despedida tan aguda como la conciencia del mismo. La conciencia y el adiós incluían la propia secuencia de su vida, que JLG también editó y cortó, sin música ni créditos de salida. Como encuadrado por aquella cámara que sobre el travelling avanzaba hacia los espectadores hasta encajarse en el marco de la pantalla, al inicio de 'Le Mepris' (1963), seguramente su más hermoso tramo fílmico.

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