Adiós a la inocencia

La película es un extraordinario monumento que combina con inigualable talento la comedia con el thriller de suspense. Su punto de partida no puede ser más atractivo. Un petimetre del campo de la publicidad, Roger O. Thornill (Gary Grant), todavía bajo el amparo y cuidado de su estirada madre, es confundido por una siniestra organización secreta que cree que es el espía George Kaplan.

Bendita confusión. Nunca había disfrutado tanto como espectador con una inoportuna y azarosa equivocación de personalidad. Un ejecutivo todavía sin madurar que acarrea el complejo de Peter Pan y reacio a tomar responsabilidades de calado se entromete sin pretenderlo en el terreno oscuro de las fuerzas subterráneas y se convierte en un objetivo a eliminar.

Al despistado, pero resuelto Thornill se le extrae de su zona de confort y se le somete a una serie de pruebas exigentes en las que no solo deberá estar avispado para poder sobrevivir, sino que conocerá a una correosa galería de malandrines con aviesas intenciones. Una experiencia excitante que le deja exhausto, le lleva a lidiar contra una avioneta fumigadora que quiere matarlo, a trepar por los escarpados cerros del monte Rushmore y, lo mejor, a convertirse en un tipo dinámico y enamoradizo. Sobre este último aspecto, ayuda mucho, Eve Kendal (Eva Marie Saint), la chica rubia audaz con la que aprende a gozar del sexo mientras el tren penetra en el túnel. Cuánto sufrimiento para llegar al clímax.