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Eva Loza, concejala del Ayuntamiento de Logroño, puso un mensaje en Facebook para decir que dejaba el PSOE. A mí estas cosas me provocan mucha ... melancolía y un odio muy profundo al siglo XXI. Aún recuerdo con nostalgia la gloriosa época de la Consejería de Podemos, de cuyos directores generales solo teníamos noticia dos veces: al llegar escribían un mensaje lleno de corazones y brazos sacando bíceps y al irse escribían un mensaje lleno de caritas tristes y lagrimones. Angelitos.
Eva Loza dice que ella no ha dejado el PSOE, sino que el PSOE le ha abandonado a ella. No discuto sus sentimientos. Alguna vez ya he comentado en estas páginas el estupor con el que muchos simpatizantes clásicos se ven obligados a asistir al espectáculo, sin duda vertiginoso, del socialismo líquido y funambulista de Sánchez, que lo mismo aprueba una amnistía que rebaja la pena por malversación o traiciona sin explicaciones al pueblo saharaui. Hace falta mucha devoción –o desayunos ricos en burundanga– para cabalgar sin un mal gesto por unas contradicciones tan imponentes. No pocos afiliados, sin embargo, asumen esas cargas como amargas pastillas que deben tragarse sin rechistar a cambio de gobernar el país o, mejor aún, de que no lo gobiernen los otros. Es esta última una opción triste y muy poco ilusionante, aunque viendo al pecholata de Abascal o al tarambana de Mazón no diré yo que no haya razones para el miedo.
Por lo que sea, Eva Loza ha dicho basta. Ella es dueña de sus razones y señora de sus actos. El problema es cómo lo ha dicho, cómo lo está diciendo. Los italianos, maestros en el arte de la estética y de la política convulsa, han acuñado una hermosa y sonora expresión no muy fácil de traducir: chiudere in bellezza. Irse de cualquier sitio –hasta de los grupos de wasap– es un arte noble y dificilísimo, aunque necesario para que el mensaje que uno quiere transmitir llegue al receptor con toda nitidez y despojado de sombras incómodas.
Los viejos meláncolicos preferimos las ruedas de prensa, con sus explicaciones, sus preguntas, sus respuestas. Hay algo clandestino y turbio en los mensajes de Facebook o de Twitter publicados a deshoras, una idea falsa de que todos estamos pendientes de las redes sociales, de los comentarios y de los 'likes'. Cuando un cargo público, aunque sea modesto, toma una decisión de este calibre no debe mirar solo a sus compañeros del partido o a sus amigos/enemigos del instagram, sino sobre todo a los ciudadanos que le confiaron ese trabajo.
Y eso nos lleva a la cuestión del acta. Legalmente, Loza tiene todo el derecho a retenerla y a convertirse en concejala no adscrita. En los sistemas anglosajones nadie levantaría la voz porque las elecciones son nominales y la gente vota directamente a Fulanito, sea conservador o laborista. Pero en España, salvo en el Senado, las listas cerradas impiden estas disquisiciones. Loza iba en un puesto remoto (el número diez) de la candidatura del PSOE al Ayuntamiento de Logroño. Los ciudadanos no la votaron a ella, sino a un partido político, del mismo modo que quienes escogieron la papeleta del PP no tenían ni idea de quién era Martínez Mancho. Más allá de los mensajes en Facebook, dejar el acta de concejal en el mostrador del PSOE sería la única manera de chiudere esta historia con algo de bellezza.
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