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Acabar de frente con la guerra

Editorial ·

El apoyo económico y militar a Ucrania, lejos de suponer un riesgo de conflagración mundial, es la vía para impedirla mientras España y La Rioja siguen mostrando la solidaridad con los refugiados

Jueves, 23 de febrero 2023, 22:00

Las arengas de Vladímir Putin y la persistencia de los ataques rusos contra la población civil ucraniana y sus infraestructuras básicas al cumplirse hoy un año de la invasión permiten concluir que el Kremlin pretende sacudirse la frustración por no haber logrado ni de lejos ... los objetivos bélicos y geopolíticos que pretendía incrementando la militarización de la sociedad y la economía rusas. La narrativa que ha empleado estos días el autócrata no tiene fácil vuelta atrás, al imputar todas las culpas a Occidente para que sus connacionales se sientan víctimas de una injusticia histórica de la que la propia existencia de Ucrania representaría un oprobio. No solo se trata de un relato dirigido a soslayar las penurias materiales que soportan millones de rusos, a impedir que la población de aquel gran país se percate de que cada bombardeo contra los ucranianos recorta aún más sus libertades, a obviar que una dictadura es esencialmente un sistema de corrupción. Al dejar de hablar de paz y de negociaciones para alcanzarla, al distanciarse en términos equívocos del acuerdo Start sobre control de armas nucleares, Rusia pretende imponerse como una potencia dispuesta a sacrificar el bienestar y hasta la vida de sus ciudadanos, convertidos en vasallos, con tal de aparentar ser lo que no es en el mundo global mediante una coacción sin límites que emplea la guerra desatada contra Ucrania para desafiar a Europa y a todos los países democráticos. Así intenta atraer el interés de gobiernos y dirigentes de regiones del planeta cuyos habitantes alberguen razones para sentirse desasistidas por el mundo desarrollado. La posibilidad de que la guerra se cronifique ofrece una vertiente aún más peligrosa si su perpetuación agrava conflictos armados actuales u otros latentes de los que la violencia no se haya adueñado del todo. La implicación creciente de los países democráticos en salir al paso de las pretensiones del Kremlin no supone, como Moscú intenta falsear y argumentan algunos grupos políticos en la Europa occidental, un riesgo de conflagración. Todo lo contrario: responde a la urgente necesidad de atajar precisamente ese peligro impidiendo que Putin se salga con la suya para hacerse valer sobre estados fallidos o regímenes autoritarios del resto del mundo. La visita de Pedro Sánchez a Kiev comprometiendo más ayuda económica y militar representa el sentir de la inmensa mayoría de los españoles que no comulga ni con la ingenuidad ni con una equidistancia inevitablemente cómplice.

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