El año abstracto

No sé si la pionerísima Hilma pudo prever un año tan abstracto como este. O tan absurdo. Porque esto ya es la pera limonera. El heredero se me rebela a la hora de la comida: «Nos encierran y nada más que nos sacan para ir a trabajar o para ir a estudiar». O para ir a fiestas, añado. Aunque esto último solo le está permitido a algunos. Que también son ganas de salir: servidora ya está en ese punto en el que sólo se quita el chándal si la invitan a una fiesta como la que organizó Queen con motivo del lanzamiento de su séptimo álbum, con enanos hermafroditas llevando bandejas de coca en la cabeza, camareros desnudos ofreciendo caviar, samoanas obesas que fumaban por todos sus agujeros, strippers envueltas en boas de las que te comen el brazo si te descuidas, sexo oral en los baños y otras cosas que no cuento porque estamos en horario protegido. Mañana, noche de Halloween, se cumplen 42 años de aquel fiestón. Los que fueron y sobrevivieron al despiporre aún estarán padeciendo la resaca. Y los que no fuimos, también. Porque el dolor de cabeza que nos está dando 2020 es de campeonato. Y lo que nos queda.