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Intentemos abstraernos de que es la 'hija de'. Olvidemos su popularidad. No nos dejemos impresionar por la astuta productora televisiva y su magnífica puesta en escena, con unos silencios hábilmente calculados, una cautivadora banda sonora y juegos de luces asombrosos que introducen al espectador en ... un escenario conmovedor. Quedémonos con la mujer e imaginemos que estamos a solas con ella. Tomando un café. Nos queremos mutuamente, pero es esta tarde, años después sin participarte su caída al abismo, cuando te aclara que eligió no hablar, pero que no aguanta más, que tiene que contártelo todo. Y la escuchas conmocionada. Incluso acaricias sus manos con delicadeza para consolarla cada vez que rompe a llorar, tiembla y su voz se rasga.
A medida que transcurre la conversación te cuestionas si no la sentenciaste neciamente al interpretar su inhibición durante dos décadas como un acto de soberbia. Y en tu cabeza se empiezan a acumular los interrogantes: cómo reparar el daño hecho, cuánto de cierto hay en lo que explica su ex, cómo relacionarte con él una vez que la despidas a ella con la promesa de que habrá más cafés y nuevas confidencias. Ya cuentas con parte de la otra 'verdad', ¿también le condenarás a él? Invirtamos a los protagonistas. Él es el que 'se abre en canal', como describen mis colegas del cuore. ¿También una ministra y destacadas voces intelectuales twitearían comprometidos alegatos en su defensa? Umm... presumo que no. Igualdad, ¿dónde sigues escondida?
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