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Abandonar las trincheras

Abandonar las trincheras

Editorial ·

El debate político debe recuperar la tolerancia tras el frentismo radical que ha rodeado la investidura de Sánchez

Domingo, 12 de enero 2020, 10:30

La degeneración del clima político en España ha llegado a extremos inadmisibles. La aguda polarización reinante desde hace años ha derivado, a propósito de la investidura de Pedro Sánchez, en un ambiente irrespirable que no puede prolongarse por más tiempo. La contraposición de ideas consustancial ... a cualquier democracia, desarrollada con la contundencia dialéctica que requiera cada ocasión, ha sido sustituida por un frentismo radical que retrotrae a algunas de las páginas más negras de nuestra historia reciente que habían sido felizmente superadas a partir de la Transición. Por un guerracivilismo que divide el Parlamento en dos bloques aparentemente irreconciliables, en el que los adversarios son tratados como feroces enemigos demonizados sin piedad y situados fuera del sistema. Peor aún: como totalitarios a exterminar por no coincidir con los principios propios -convenientemente inflamados para la ocasión- o no pertenecer al mismo bando. Causa bochorno el espectáculo ofrecido por los principales partidos con su exagerada sobreactuación. Lo peligroso no es solo que esa insufrible crispación perdure por tacticismos cortoplacistas de unos y otros, y con ello arruine la legislatura, sino que pueda extenderse a la ciudadanía y afectar a la convivencia. El Gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos es tan legítimo como los que le han precedido. Y la oposición que tendrá enfrente, tan democrática como la encabezada por la izquierda bajo los mandatos del PP. Las alianzas con las que se ha formado el primero y su programa presentan flancos susceptibles de crítica, incluso muy dura, al igual que determinados planteamientos y la actitud de la segunda durante una parálisis política ya improrrogable. Pero nada de ello justifica el tremendismo apocalíptico que se ha apropiado del debate político, con un cruces de acusaciones que ha resucitado las dos Españas y cuestionado incluso la supervivencia de la democracia en función de cuál de los dos bloques se asiente en el poder. Es hora de abandonar las trincheras y recuperar la normalidad y la tolerancia que se presuponen a un país maduro. De primar la concordia y respetar los consensos básicos sobre los que ha levantado nuestro sistema de libertades desde la aceptación de las legítimas diferencias. Poner el foco en los fantasmas de un pasado que divide solo beneficia a los radicales de uno y otro signo, y resulta poco inteligente cuando España se enfrenta a serios desafíos que requieren amplios acuerdos transversales.

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